Quienes me leen desde hace tiempo saben que soy una auténtica fan de Benedetti, algo curioso dado que solo tengo de él su antología poética. Siempre dejo pendiente adquirir más obras suyas. Surgen nuevas inquietudes, ganas de leer novedades, sean de ahora o de hace cien años, razones que parecen excusas o tal vez sea al contrario, no lo sé.
He leído mil y una veces muchos de los poemas que alberga ese libro tan desgastado, en donde hay hojas que han decidido independizarse de las demás, muchas con las esquinas dobladas para recordarme los poemas que me llegan a este corazoncito romántico y envidioso, porque una lee y desea escribir como el autor o autora que comparte sus palabras conmigo y me siento especial aunque sepa que no solo no están dedicadas a mí, sino que ni siquiera soy la única receptora.
Leo ese libro andrajoso y aún descubro nuevos poemas, no porque no los haya leído sino porque los he olvidado por esa manía mía de leer una y otra vez los versos que me hacen sentir cómoda. Será que en esto de la literatura estoy anclada en una zona de confort en la que estoy muy cómoda y bastante feliz, por qué no decirlo. Sin embargo, temiendo gastar las palabras que leo en las noches en las que la intranquilidad agita mi cuerpo, «me di una vuelta» por esa antología buscando alguna otra cosa que llevarme a los ojos, que se detuvieron en un «A ras de sueño», que culmina de esta manera:
«¿Es tan distinto,
tan necio, tan ridículo, tan torpe,
tener un espacioso sueño propio
donde el hombre se muera pero actúe
como inmortal?»
Y la lección está servida: ¿No es acaso el deseo de muchos? Si creemos que nada puede destruirnos, nos atreveremos a dejar el miedo de lado, a tirarnos a la piscina sin medir con exactitud su fondo, a caminar hacia delante sopesando las consecuencias, pero sin dejar que el miedo sea el ancla que nos permita avanzar. Qué bien vivir así ¿verdad? Plenamente, sin pensamientos ni preocupaciones que atenúen nuestras ganas, nuestras ilusiones.
Actuar como inmortal sin serlo, puede que ahí esté el truco. Puede que así sacudamos miedos atrapados en la maraña de nuestra mente, que los pies no nos pesen tanto a la hora de caminar… Puede que de esta manera regalemos sonrisas con la certeza de que no se nos van a terminar, vivamos sin prisa pero sin pausa porque en realidad no hay tiempo que perder.
Danae