El ser humano es un animal social -solo hay que ver los bares-, y tal vez esa sea la razón por la cual a muchos les cuesta estar solos. Sin embargo, gracias a nuestros móviles de última generación cualquier actividad solitaria lo es menos.
A estas alturas de la vida, sabemos que sentirse solo es una cosa y estar solo es otra. Y yo veo mucho miedo a esa soledad del verbo estar, supongo que porque en nuestra mente descansa la idea ingenua de que, evitando estar solos, no nos sentiremos ídem. Puede que por eso siempre busquemos el modo de rodearnos de ruidos que nos impidan disfrutar de nosotros: la televisión, las redes sociales, gente con la que pasar el rato, lo que sea. ¿Qué es lo que nos aterra tanto de estar solos, de hacer cosas sin más compañía que la nuestra? ¿Acaso tememos quedarnos cara a cara con nuestros pensamientos? ¿Es por ello por lo que buscamos anestesiar nuestra mente?
Hay quienes ven en esa soledad aburrimiento, y otros a quienes una vocecita absurda y cruel les susurra que las actividades en compañía son más divertidas, que acudir solos a ciertos sitios es triste, que uno no come solo, no va al cine solo ni pasea solo, ¡qué dirán los demás! Nada. Los demás no dicen nada. Es cosa nuestra. Sin embargo, para normalizar esa soledad, mejor hacemos algo. Antes se leía el periódico, ahora es fijar la vista en el móvil, así parece más aceptable ¿verdad? Nadie nos dijo que hacer cosas solo es tan normal como hacerlo en compañía y claro, eso nos confunde.
No tengamos miedo a estar solos. La soledad la del verbo sentir, la que nos llena de un vacío que solo parece llenarse de tristeza y amargura, esa es la jodida, esa es la que nos indica que algo va mal. No la otra, la soledad escogida, la que convierte un instante en nuestro, único y de nadie más, esa es un regalo. Así que abracemos la soledad, la que elegimos cuando y donde queremos. Quedémonos a solas con nosotros mismos, con nuestros pensamientos, con nuestra música, con nuestro silencio, con nuestros paseos, nuestras tardes de cine, vivamos esa paz que es solo nuestra. Vivamos esa experiencia plenamente, sin móvil, sin distracciones, y sintámonos un poco más libres, más tranquilos, más cerca de nosotros. Esa es la soledad de la buena, de la que nadie debería huir.
Danae