Adiós sin despedida

Estaba dudando si escribir estas líneas o no. Al final he decidido que sí, que no pierdo nada aunque sea algo que no suela hacer.

Llevamos una semana intensita con la muerte de Kobe Bryant, las redes y los medios de comunicación han estado a tope y las emociones se han revuelto un poquito. No, no soy seguidora de los Lakers, ni de ellos ni del baloncesto en general pero he de reconocer que la noticia me ha dejado un poco tocada; es algo normal, una persona de su talla y las circunstancias que rodean su muerte… es triste. Ya he mencionado en alguna ocasión, que no tiendo a escribir sobre las celebridades que mueren, pero repito, la muerte de Bryant me ha revuelto un poco las tripas sin saber muy bien por qué.

Foto de Noell Oszvald

He visto imágenes de los compañeros y seguidores del ex-jugador. Todos emocionados, muchos llorando, y me he preguntado cómo me sentiría yo si se muriera una de esas personas que tanto admiro. No me he sabido responder. Conociéndome y, por propia experiencia, puede que lo más me doliera fuera el no poder despedirme.

La muerte no ofrece segundas oportunidades y por eso nos desahogamos de tantas maneras diferentes: publicamos fotografías, textos, ilustraciones… Hacemos todo eso porque no sabemos qué hacer. Alguien que admiramos muere y nos quedamos con cara de tontos, porque siempre se nos olvida que ellos son simples mortales como nosotros, que sufren accidentes, enferman y mueren y, todo esto, es algo que no terminamos de entender.

Para más drama, la muerte no nos ofrece un respiro, no nos dice con voz suave y profunda «De acuerdo. Os voy a permitir verle, escuchará lo que tengáis que decirle, os dará las gracias, veréis que se encuentra bien y se volverá a ir». No, la muerte no quiere que sepamos si realmente existe un lugar al que ir después de morir. La muerte no quiere spoilers. Así de claro.

Cuando un ídolo muere, aunque no sea el mío propio, una servidora no puede más que soltar un «Joder, qué putada», porque no existe poesía en el asombro y en la incredulidad; solo la crudeza, el jarro de agua fría que nos deja empapados, la putada.

Yo, que siempre he sido de adelantarme a los acontecimientos, estoy pensando en qué pasará cuando mueran aquellas personas que tanto admiro . Pienso esto con el goteo de noticias sobre el accidente y los actos homenaje a Kobe Bryant de fondo, y  solo puedo decir: «Joder, qué putada».
Danae