Agua y letras

Veréis, estoy aquí mirando por la ventana como de costumbre. Tengo música de fondo con la esperanza de que mi concentración se centre en ella y los demás estímulos se vuelvan secundarios. Miro hacia la ventana y veo en la manilla colgada una percha con mis bragas aún mojadas, la lluvia matutina me ha impedido colgarlas en el tendal. No, eso no sale en Instagram.

Mis cuadernos esparcidos por la mesa, una botella de agua, un vaso lleno de agua, una taza con agua con limón, libros y fruta que aún no he colocado en el frutero. El escenario no parece muy inspirador pero es el real. Tengo agua por todos lados, fruta y letras por todas partes. Agua y letras.  Reina una calma un tanto asfixiante, una calma que acentúa los ruidos. Sonidos que, a su vez, la envuelven a ella.

Se oye la sirena de una ambulancia de fondo. Siempre se escucha una ambulancia de fondo, es el sonido ambiente de la ciudad. La alarma inicial es sustituida por la indiferencia de la rutina. Ya no hacemos caso.

Intento seguir la melodía del piano que sale de los altavoces de mi portátil, imaginar que soy yo la que pulsa las teclas del instrumento, que soy yo la que está sentada en una banqueta de terciopelo rojo en vez de estar aquí, envuelta en una manta y con mis bragas como paisaje. Es la fuerza de la realidad, el golpe de efecto que nos pone los pies en la tierra.

Y cuando la canción finaliza, antes de que comience la siguiente, sin dar tiempo a que algún anuncio rompa la magia de la música, el ruido del día invalida todo lo demás. Los golpes, los muebles que alguien arrastra, la televisión del vecino… las vidas ajenas se entremezclan con la nuestra.

No estamos programados para vivir en silencio, resulta asfixiante. La falta de costumbre. El ruido frena cualquier oportunidad de escuchar nuestros propios pensamientos, y cuando todo se calma y nos encontramos de frente con ellos, da miedo. Pero yo echo de menos el silencio, como se echa de menos aquello que no se puede tener.

Escribo todo esto porque me apetece escribir, pero en realidad todo podría reducirse a agua y letras. La lectura durante el desayuno, la lluvia, la escritura rápida para inmortalizar las ideas fugaces, el gimnasio, la ducha lenta y caliente, los recados, el piano, la escritura y el agua con limón. Del silencio… ni rastro.

Danae