Aquella voz de locutor de radio

Hace unos días una amiga me avisó de que uno de nuestros profesores de la universidad había muerto. No sabía nada de él. Nunca tuve contacto directo con él, tampoco le seguía en Redes Sociales. Yo salí de la universidad sin mirar atrás. Me marché solo con mis recuerdos y un puñado de amigos. 

Pasan estas cosas y una sin querer recuerda aquellas clases. Yo me sentaba junto a mis amigos y compañeros y le miraba embobada, escuchaba esa voz de locutor de radio, esa forma de hablar tan clara, ese acento que aportaba musicalidad a sus clases… Observaba su pelo canoso, ese jersey de cuello vuelto que marcaba su barriga, su mano en el bolsillo mientras apoyaba sus palabras con los movimientos de la otra. Él hablaba, el resto escuchábamos.

Salía de sus clases con la sensación de no haber perdido el tiempo. Pocas veces sucedía eso. Sin embargo, no recuerdo el nombre de la asignatura, tampoco su contenido, le recuerdo a él porque recuerdo su voz.

Mi memoria retuvo muy pocos nombres de asignaturas, pero mantiene frescas las sensaciones con las que acudía a cada clase: la inseguridad que me producía la estadística, con lo mal que se me dan a mí las matemáticas; el sopor de los análisis de audiencia o el dolor de mi mano derecha por tomar apuntes a tal velocidad que luego era incapaz de entender mi propia letra. También mantiene vivas las clases de cine y de guion en donde dejábamos volar nuestra imaginación, las películas que tuvimos que ver, la sociología y la psicología que tanto me gustaban, nuestra ilusión juvenil que nos impulsaba a imaginarnos trabajando para marcas como Coca Cola, porque a esa edad íbamos a comernos el mundo.

Mi memoria sigue devolviéndome el recuerdo de aquel profesor que en cada clase se liaba con los cables del ordenador y se reía de los nervios, el de la profesora novata que no supo manejar a los graciosos de la clase, el de la que nos caía mal o el del docente hipster que se escaqueaba de sus propias clases. No he vuelto a verles. Les recuerdo a todos. 

Un profesor que me dio clase ha muerto y nunca he sabido qué hacer al recibir este tipo de noticias. Sabemos que no somos inmortales, y aún así la muerte nos sigue sorprendiendo. Yo recuerdo aquella voz de locutor de radio, pero sigo sin recordar el nombre de su asignatura. Qué cosas.

Danae