Ya sabéis cómo va esto de Internet: comienzas leyendo las noticias y terminas aprendiendo a fabricar una estantería con un par de cartulinas y algo de cola. Es por eso por lo que queremos a Internet, aunque a veces nos dé algún disgusto.
Algo así me ha pasado a mí: comencé leyendo un artículo de opinión y, saltando de web en web cual mono 3.0, he aterrizado en una revista de moda informándome de los gestos que nos provocan arrugas. Ya que entré, lo leí. De golpe y porrazo me dicen que los causantes de las arrugas, además de la edad, son acciones cotidianas como exponerte al sol, reír, enfadarse, no descansar, fumar o beber en pajita. Resumiendo, que nos salen arrugas por vivir. Es lo que tiene la vida, que cada gesto refleja nuestra historia. Las arrugas son nuestra particular «hemeroteca» por llamarlo de alguna manera. En nuestro rostro se refleja nuestro pasado y presente. Se puede intuir los problemas que superamos, la tristeza, el dolor, también las preocupaciones a las que hacemos frente cada día y no nos olvidemos de toda esa alegría concentrada en una sola carcajada.

Al cabo de unas líneas me dí cuenta de que el texto estaba patrocinado por una conocida marca de cosmética. Algo era ello. Aún así os diré que por mí, se pueden ir a la mierda. ¿Nos van a hacer sentir culpables por reír? ¿En serio hemos llegado a ese punto para vender? Cuidémonos, por supuesto. Por dentro, por fuera y por los lados. Pongámonos cremas, exfoliémonos la cara, hagámonos los tratamientos que nuestro bolsillo nos permita, pero no dejemos la naturalidad de lado. Puede que diga esto porque aún soy joven, cabe la posibilidad de que a los sesenta y cinco no diga lo mismo y termine inyectándome todo tipo de sustancias rejuvenecedoras en la cara. Eso no lo sé. Espero que antes de hacer nada, relea este texto.
Cuando uno cumple años se nota en la cara, de la manera que sea, pero se nota. La experiencia se marca en nuestro rostro y, os diré una cosa, eso no es malo. No es malo, porque implica crecer. Cada año envejecemos, sí. También tenemos más experiencia, una experiencia que, si somos algo listos, utilizaremos para aprender y hacernos un poquito más sabios.
Las experiencias nos arrugan. La tristeza, la alegría, las preocupaciones y el enfado nos arrugan. Vivir nos arruga. Si dejas de fumar que sea por salud no por el físico, si quieres coger una pajita y hacer burbujitas en el batido como cuando tenías cinco años, lo haces y punto. Y jamás, jamás, jamás, dejéis de reír. ¡Qué importan las arrugas si son de las buenas!.
Sed buenos
Danae