Hay momentos en la vida en los que el minutero del reloj parece detenerse. Eso es lo que ocurre en ciertos momentos de la noche y los domingos por la mañana. No hace falta levantarse temprano. Pocos lo hacen, precisamente por eso el paisaje cotidiano que nos rodea se convierte en algo diferente, aunque sea el mismo de siempre.
Te levantas de la cama, te estiras para desperezarte del sueño nocturno, miras a través de la ventana y no ves a nadie. Eso es lo que convierte lo de siempre en algo distinto. Lo de siempre se vuelve único. Nosotras, las personas, dejamos de ser protagonistas por un corto período de tiempo, es el atrezo el que se convierte en actor principal. Los edificios, los árboles, los coches aparcados, las calles mojadas por la lluvia casi invisible…en días como hoy, dejan de ser elementos decorativos para convertirse en protagonistas, para convertirse en un cuadro que merece ser admirado.

No se oyen los gritos de los niños al ir al colegio, tampoco hay adolescentes caminando hacia el instituto ni adultos enfrascados en sus pensamientos yendo a trabajar o donde sea, siempre corriendo. Toda la semana transcurre deprisa, el ruido es consecuencia de esa rapidez, pero las mañanas de domingo, como hoy, se toman su tiempo. No dura mucho, a veces un solo instante, pero si te fijas, si consigues quitarte las legañas a tiempo, verás que el tiempo no avanza.
Ese instante pasa y sucede lo de siempre: el rugido de las persianas al subir con fuerza, aparecen las primeras figuras en las ventanas para sacudir el polvo de las alfombras, los vecinos que hablan en la calle, los niños que hacen carreras a ver quien llega antes al coche…
Hay instantes en los que el mundo parece detenerse, como si quisiera tomar aliento tras el ajetreo semanal.
En días como hoy se nota más que en otras ocasiones: la resaca de las fiestas, los Reyes Magos y el cielo gris que aguanta la pesada carga de las nubes, parece inmovilizar durante más tiempo toda esa belleza cotidiana.
Un momento en el que todo es estático, al siguiente todo parece ir más rápido, como si el reloj quisiera recuperar ese tiempo perdido. Y al final, solo nos queda ese momento que ya es pasado.
Sed buenos
Danae