Como el perro de Pavlov

Nos hemos vuelto locos. Cuando creo que ya nada puede sorprenderme, ¡Chas! algo nuevo aparece a mi lado y me quedo ojiplática perdida.

Leyendo por encima algunos artículos en revistas de todo tipo, me he topado de bruces con una noticia que se hacía eco de la nueva pulsera de Amazon. Ahora que parece que todo el mundo tiene uno de esos artilugios que lo mismo te mide el ritmo cardíaco, las horas de sueño o la cantidad de agua que te queda por beber -todo al alcance de tu muñeca- puede parecer una noticia poco noticia. Lo novedoso de la pulserita de marras es que te da descargas si comes mucha comida basura. Ahí es nada.

Está bien que aclaren que solo te da calambrazo si comes mucha comida basura. Pero  ¿cuánto es mucha comida basura? y ¿qué es exactamente comida basura? Porque aquí cada uno ve lo que quiere y conozco a unos cuantos que piensan que los zumos de brick son sanos. La primera pregunta queda aún en el aire, en cuanto a la segunda, parece ser que la descarga surge cuando te pasas con los productos ultraprocesados, estos son las bebidas carbonatadas, untables como margarinas, patés y demás, galletas, helados y un largo etcétera que, como dirían muchos es lo más rico. Pero sigo con la duda de cuánto es mucho. La pulsera dirá.

Atrapado en el tiempo

La gente lo compra claro. La pulsera digo -la comida basura también-. Parece ser que ya no está disponible en Amazon, no sé si porque se ha agotado o porque debido a las malas críticas quieren mejorarla antes de darle una segunda oportunidad. No sé cómo puede tener buenas críticas un aparato que te da descargas, pero eso ya es otro tema.

Sé que no soy público objetivo porque yo no consumo este tipo de productos pero,  ¿en qué momento nos hemos convertido en el perro de Pavlov? Según he leído la pulsera que solo sirve para dar calambrazos, cuesta casi 370 euros. 340 vatios por 370 euros, toda una ganga vaya. Estamos pagando para que nos den descargas porque no somos capaces de mantenernos alejados de la comida basura ¿y qué hacemos? Pues lo que el sentido común dicta que obviamente es comprarnos una pulsera que nos electrocute. Lo normal, vaya. ¿Qué te has comido una bolsa de patatas entera? Descarga ¿Hamburguesa grasienta con aros de cebolla? Descarga. Así con todo. Los que no puedan permitirse semejante capricho, optarán por meter un tenedor en un enchufe cada vez que tengan la tentación de comerse una chocolatina.

La consecuencia directa de todo esto es que estas personas terminen por desarrollar un terror patológico a cualquier alimento ultraprocesado, ya que su cerebro lo relacionará directamente con las descargas de 340 vatios. Los psicólogos estarán frotándose las manos.

 Todo el mundo decimos que la vida es demasiado corta como para gastarla en chorradas pero no parece que nos haya calado demasiado esas palabras. Preferimos formar parte de lo que en su momento fue un experimento, antes que movernos por nuestro propio sentido común.

Sed buenos

Danae