Se nos está yendo un poco la pinza con esto de Internet y los «me gusta» y todo eso que tanto nos encanta. El otro día leí que una chica vendía el agua con la que se había bañado. Esta chica no era una cualquiera sino una influencer, lo cual nos puede decir bastante poco pero es un detalle importante, si la chica se ha lanzado al negocio del agua sucia de su baño es porque ha visto la oportunidad de venderla entre sus seguidores, lo cual nos hace plantearnos quien está más loco.
Esto me recuerda a la venta de bragas sucias en Internet -si no lo sabíais, sí, las mujeres venden sus bragas sucias-. Y debe de ser que la gente las demanda porque hay portales exclusivos para ello, los wallapop de la ropa interior sucia. Digo bragas pero también sirven los tangas y panties, vamos que aquí no se desperdicia nada. Desconozco qué características debe de tener la braga para que pueda ser vendida pero, para empezar, si son usadas no se refieren a que no sean nuevas, sino que a no estén limpias. Aquí se viene a jugar, por tanto, cuantos más días lleves la ropa interior que vas a vender más pagarán por ella, no sé cómo demostrarán eso, lo que si parece normal en este contexto es que, si te gustan las bragas sucias -y aquí no estamos para juzgar- está claro que cuanto más guarra esté mejor. Dicho lo cual, debo advertir una cosa: si los panties no se lavan, huelen a pies, ya siento borrar el erotismo del fetiche.

Dicho todo esto, si se venden bragas usadas, ¿por qué no agua que hemos utilizado en nuestro baño relajante? Y esa influencer en cuestión ha visto una oportunidad de negocio y la ha pillado al vuelo. Eso sí, para evitar denuncias aún más absurdas advierte que ese agua no hay que beberla, vamos que al igual que no te bebes el agua de tus baños, tampoco el de los ajenos. Parece cuestión de lógica, pero ya vemos que esta puede variar mucho según la persona.
Ignoro si hay más personas que venden el agua de sus baños o si las hay quienes prefieren vender sus cepillos de dientes usados, pero está claro que si hay algo que puede ponerse a la venta, se hará. ¿Resulta antihigiénico? Sí, pero nadie engaña a nadie: «vendo bragas sucias», «¿Quieres recibir un frasco con el agua que he usado en mi baño relajante?» No hay segundas lecturas, ni publicidad engañosa. Lo tomas o lo dejas.
No hay leyes en Internet, cada uno puede hacer lo que le salga de las narices, ya habrá alguien que esté ahí para consumirlo. ¿Quién está más colgado de los dos? Puede que ninguno, o ambos, no lo sé. Pero si Internet ha cambiado nuestra vida ¿Por qué no también la forma en que vemos los objetos? En realidad, hay fetiches donde menos nos esperamos.
Sed buenos
Danae