Dejar ir

El otro día haciendo inventario de todos los recuerdos que tengo, me di cuenta de que me vendría muy bien hacer un poco de limpieza mental. Lo guardo todo ahí dentro, como un cajón de sastre: lo que me gusta, lo que no, lo que ni siquiera recuerdo haber metido ahí.

Repasando mi vida observé que a esta también la tratamos como un cajón de sastre. Acumulamos todo lo que podemos: objetos, personas, cariño, besos, abrazos… todo lo necesario por si llega una época de escasez. Lo que ocurre es que siempre hay escasez, siempre necesitamos algos y «alguienes» y cariños que nos recompongan ese alma que a veces se rompe, que no nos convengan ya es otro tema.

Una servidora ha pasado gran parte de su vida aferrándose. A objetos, a recuerdos, a personas, a memorias marchitas, a nostalgias inventadas, deseos, ilusiones y sueños. Sufro de síndrome de Diógenes emocional. Me cuesta dejar ir. Con la edad he aprendido que es mejor dejar marchar que mantener porque sí, pero claro, la cosa va para largo.

Debemos tenerlo claro: en la vida debe primar el menos es más, el minimalismo más puro, lo bueno, lo útil, lo bonito, el resto a la basura. Debemos saber qué queremos guardar. Qué recuerdos quedarnos, qué rasgo de nuestro carácter potenciar, de qué personas rodearnos, qué objetos guardarnos… todos ellos serán un reflejo de nuestra propia vida. Ellos serán nuestra vida.

Dejar ir supone convivir por un tiempo con un vacío que al principio se nos hace insoportable, sobre todo si el primer paso lo hemos dado nosotros, en especial si aún hay vuelta atrás. La tentación de volver a «lo de antes» nos persigue como una sombra, porque en nuestra cabeza resuena bien fuerte que lo pasado fue mejor, vaya mentira más grande. Lo que ocurre es que avanzar nos acojona. Dejar ir da miedo. Puro y duro. Miedo porque no sabemos lo que va a ser. La incertidumbre nos mata. Nada nuevo.

Dejar ir es alejarnos un poquito de nuestra zona de confort, revivir, respirar un aire fresco que hacía tiempo que no metíamos en nuestros pulmones, ver lo de siempre desde otra perspectiva…

Dejar marchar lo que no nos hace sentir bien, sea lo que sea, sea quien sea, es dejar hueco en ese armario vital para lo que de verdad queremos. Vaya obviedad, vaya frase de coach barato, lo sé, expresadlo de otra manera, no importa, no hay otro camino. O te adentras en lo desconocido o te consumes en lo conocido. Como de costumbre es uno quien debe decidir, luego no vale lamentarse.

Danae