Demasiado rápido

Hace unos días, un amigo me comentó que se había comprado un móvil y que no tenía el conector para auriculares. ¿Qué razón absurda ha llevado a los fabricantes de móviles a quitar el agujerito de marras? Ahora todo el mundo utiliza los cascos inalámbricos, me contestó. Yo no, respondí tajante. Yo tampoco, pero la mayoría, sí, me dijo resignado. Ahí se quedó la cosa.

El cable de los auriculares molesta. Eso es un hecho y contra el cual no puedo luchar. La gente prefiere usar el Bluetooth que engancharse con un cable que puede arrancarle las orejas al primer despiste. Ante esta situación, los gigantes tecnológicos han tomado la determinación de cubrir ese pequeño orificio, abriendo un abismo aún mayor entre los avances tecnológicos —si es que se puede llamar tal cosa a esto— y quienes nos resistimos a ellos.

El mundo avanza demasiado rápido y algunos terminamos despeinados. La sensación de rapidez aumenta para quienes necesitamos tiempo para digerir todos esos cambios. Cambios que eliminan de forma cruel a su antecesor. No se mantiene lo antiguo para que el usuario elija. Desaparece lo que fue para dejar paso a lo que es y que pronto tendrá sustituto. No hay elección.

Así que en un mundo en donde lo que es, mañana ya no será, el número de nostálgicos aumenta considerablemente. En las redes sociales podemos ver personas que han decidido hacer un parón y dejar un pie atrás, cocinar como nuestras abuelas, de forma manual, pausada y con esa atención que ahora se nos torna impertinente. También las hay quienes se mudan a la naturaleza o quienes apuestan por el ganchillo o huyen del consumismo más feroz.

Hay una mezcolanza rara: la reivindicación de una vida más natural mientras el vaso de Starbucks descansa en el escritorio; quienes cocinan sin ayuda de ninguna máquina y lo inmortalizan con su móvil de última generación. Polaroid que contrata a más trabajadores por el aumento de la demanda de carretes fotográficos, mientras el cable de nuestros auriculares quedan relegados al rincón más oscuro de un cajón… ¿Estamos todos locos o simplemente descolocados?

Lo analógico se mezcla, se agita y se revuelve sin llegar a combinarse del todo con la tecnología punta. El ayer y el aquí más juntos que nunca, pero que a mí se me antoja una mezcla rara que me causa una desconexión mayor.

Puede resultar algo absurdo que, yo que escribo en un ordenador, que tengo un blog y que uso las redes sociales, hable de todo esto. Lo cierto es que, en esto de la tecnología, necesito procesar con calma, darme tiempo a acostumbrarme y no sentirme bombardeada por cambios nimios que transmitan sensación de avance. No se avanza, solo se tapa un agujero.

Danae N.

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