Detener el tiempo

Es costumbre abrir las ventanas cuando hace Sol. Más en estos momentos. Dejar entrar el aire, a veces frío, otras cálido, es una forma como otra cualquiera de sentir el mundo real en nuestra burbuja. Como ya he comentado en otras ocasiones, he cogido la costumbre de abrir de par en par las ventanas, sentarme frente a ellas, apoyar las piernas sobre el alféizar y repantigarme en la silla de una forma muy poco saludable para la espalda.

Unas veces leo. Otras observo lo que tengo frente a mí. Y otras tantas, como me ha sucedido hoy, simplemente fijo la vista en el cielo. A veces azul claro, otras oscuro, nuboso, gris… un lienzo de mil colores cambiantes.  Y ocurre que, en ese momento en el que fijo la vista en un punto cualquiera del cielo, el tiempo se congela. Los relojes pasan a un segundo plano, el móvil deja de ser importante. La vida parece distinta. La pérdida de la noción del tiempo lo hace todo diferente. En ese lapso de tiempo -segundos, minutos… no lo sé-, me siento el centro de mi propio universo. Todo lo demás sencillamente deja de importarme.

KangHee Kim
KangHee Kim

Con los ojos en el cielo, escucho el aleteo de las palomas. Su gorjeo. El ruido de una moto alejarse, el claxon lejano de un coche. Huelo la frescura de mis sábanas recién lavadas, de la crema solar que me he extendido por todo el cuerpo. El viento algo frío choca  con  el calor de mis piernas, las que el sol tuesta con cuidado. La piel de gallina. Un pequeño escalofrío. De nuevo el calor en mi cuerpo. Es la primavera.

Allá arriba, el cielo azul. Sin nubes. Sin movimiento. Allá abajo, oigo la vida lejana.  No pienso en nada, algo poco habitual en mí. Sigo con la vista fija en el cielo, tan perfecto que parece pintado. La vida. La oigo. Un murmullo constante.  Las calles parecen menos enfermas que en las semanas anteriores. Pero eso no activa el tiempo. No el mío. Aún intacto. Luchando por seguir hacia delante.

Estoy aquí. Solo aquí. En ningún otro lugar. Mal sentada en mi silla también azul, oyendo sin escuchar sonidos que se mantienen en un segundo plano. Me pregunto cuánto más podré detener el tiempo. Seguir así. Solo el cielo azul. Solo yo. Hasta cuándo. Me pregunto. Y en ese instante, las manecillas vuelven a moverse.

Danae