Días grises de verano

La ola de calor derrite prácticamente a toda España, salvo a algunas partes del Norte. Aquí siempre diferentes, ajenos a la meteorología de las comunidades vecinas. Aquí el cielo está gris, plomizo y la lluvia empapa las calles.

Los días así en verano no suelen caer bien, la gente prefiere el sol, la claridad… A mí, que siempre me ha agobiado el calor, que no soy de playa y que no me gustan las aglomeraciones en ninguna parte, estos días plomizos son un paréntesis del ambiente estival.

Hay algo especial en los días grises de verano. No sé por qué, pero huelen diferente. La sal del mar y de la lluvia parecen encontrarse, el horizonte se difumina y el cielo parece estar más bajo. Son días que caen pesados por la humedad del ambiente, el tiempo parece ralentizarse y nos impulsa a bajar el ritmo, a buscar alternativas a los planes veraniegos tradicionales.

Voy de punta a punta de la ciudad para ponerme la segunda dosis de la vacuna y, mi manía de ir andando a todas partes sin importar el color del cielo ni las nubes, me ha convertido en testigo del cambio de la lluvia con sus gotas finas en una más fuerte para luego volver a la llovizna que empapa. El cuerpo pegajoso, las minúsculas gotas de agua que se posan en el pelo como pequeñas guirnaldas de Navidad, la gabardina que hace efecto invernadero y se pega en mi espalda, los pantalones húmedos que se adhieren a la piel, las baldosas sueltas jugándome alguna que otra mala pasada… Es domingo y es un día gris de verano.

Como suele pasar en estos casos, para de llover cuando ya estoy llegando a mi destino. De nuevo, el Palacio de Congresos. De nuevo, he llegado unos minutos tarde. Esta vez entro directa, solo retenida unos segundos para ponerme gel hidroalcohólico y tomarme la temperatura. Después de dar mis datos, sigo una fila inexistente y me señalan el puesto que debo ocupar. Preguntas, pinchazo, espera. Todos sentados en las sillas de plástico blancas, todos con la vista puesta en los móviles, algún selfie que otro. Nada nuevo.

Salgo al exterior, a lo plomizo, a lo gris. Está lloviendo de nuevo, se ha levantado viento y las calles están prácticamente vacías. Son los días grises de verano que nadie quiere, pero que a mí a pesar de la humedad asfixiante, de los huesos calados y la tristeza del domingo, me recuerdan al otoño. Será que tengo ganas.

Danae

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