Nos gusta aislarnos. Habrá quien diga que no, pero las pruebas son claras. Vamos de un lado para otro con la vista puesta en el móvil o en las nubes, no importa, nos gusta ir a nuestro aire aunque en realidad nos cueste estar solos. La cuestión es que vamos a nuestra bola y luego pasa lo que pasa, que nos chocamos con una farola y pedimos perdón pensando que es una persona -le pasó a una amiga, no a mí-.
Vayas donde vayas los ves, gente con los auriculares bien puestos, muchos pasean con sus cascos de diadema consiguiendo que la calle parezca un desfile de princesas Leia modernas.
No. No, no vengo a despotricar contra el uso de cascos, me han ahorrado el tirarme de los pelos en más de una ocasión, pero también os advierto a vosotros, los que vivís con las orejas tapadas de forma continua, que no sabéis lo que os estáis perdiendo.
Lo bueno de ir con los oídos libres es que escuchas y lo bueno de escuchar es que puedes encontrarte perlas que pueden alegrarte el día, como aquella tarde en la qué pasé cerca de una madre y su hija de unos siete años, no sé de qué discutían pero consiguieron dibujarme una sonrisa. La madre le suelta a la niña no te voy a escuchar más y ella, ese retaquillo que solo buscaba un poco de consideración por parte de su progenitora le contesta con un Pues si tú no me escuchas a mí, yo no te escucho a ti. JAQUE MATE señora. Esa niña se ganó todos mis respetos.

Pasear sin cascos te ayuda a fijarte en pequeños detalles, en sonidos que te pasarían desapercibidos si estuvieras escuchando música y, por supuesto, dispones de un gran repertorio de conversaciones de desconocidos que, si bien te importan muy poco, no puedes evitar poner la oreja y, si no te gusta, siempre puedes cambiar de canal y escuchar otra conversación. Esto,además, es un gran ejercicio mental, ya que uno puede aunar las dos actividades que resultan más placenteras: cotillear e imaginar historias. Con lo poco que sabemos podemos montarnos nuestra propia película. Claro que, en ocasiones, lo poco que conoces ya es demasiado y prefieres no saber más. No hace mucho pasé cerca de dos amigos (un chico y una chica) que no llegarían a 18 años- digo yo-, y ella le contaba a su confidente que lo que tiene de grande aquí, señalando su «paquete», lo tiene de corto aquí, señalando su cabeza. Más claro el agua. Pobrecilla, la chiquilla estuvo con uno que la tenía grande pero que debía de ser tonto, no se puede tener todo en esta vida.
No siempre le gusta a uno enterarse de la vida ajena, sobre todo cuando lo único que busca que le dejen tranquilo, algo muy complicado de conseguir teniendo en cuenta que todo el mundo comparte su vida privada a viva voz por audios de whatsapp. El ámbito de lo público y lo privado se está difuminando un poco, porque ¿hasta qué punto puede considerarse que tu vida es privada si se lo estás berreando a tu interlocutor en un autobús lleno de gente? Pero eso es otro tema, pero ahí lo dejo.
De todas maneras, como digo, uno puede encontrarse maravillas que te alegren el paseo y es que escuchar a un hombre decirle a su pareja Si no pesa nada, ¿no ves que pesa muy poco? Realmente no tiene precio.
Escuchemos lo que nos rodea, a lo mejor consigue dibujarnos una sonrisa que no esperábamos esbozar.
Sed buenos
Danae