Flores en medio de las llamas

El mundo arde y nos quedamos atontados mirando las llamas sin hacer nada. Arde cada día. Nos hemos acostumbrado al calor que desprende. Lo mismo nos ocurre con nuestro propio mundo, vivimos en él sin mirar a los lados, ajenos a las llamas, a los detalles…

Los detalles salvan vidas. Nos nos damos cuenta de ello.  La vida no se apaga solo porque uno deje de respirar. La vida se apaga cuando la desgana y apatía se come nuestra energía, cuando se camina sin observar, cuando se mira sin ver, cuando la motivación se pierde y no vemos las llamas que nos consumen por dentro. Los pequeños detalles nos sacan de ese letargo, nos aportan energía, un toque de distinción a nuestra rutina.

Esta semana he tenido muchos momentos de tensión, en los que lo único que me apetecía era darme cabezazos contra las paredes; también noches en los que el sueño era ligero y la tristeza parecía no querer irse. Ahí es cuando uno necesita aferrarse a algo. Y yo me aferro a los pequeños detalles.

Tengo varias plantas en casa, de una de ellas comenzó a crecer un tallo, largo, fino, frágil. No tengo buena mano con las plantas, así que suelo observarla con curiosidad, no es algo que me pase habitualmente. Un día en los que el enfado llevó a mi sangre a punto de ebullición y al corazón a mil, justo en el instante en el que todo lo había a mi alrededor comenzaba a difuminarse, me fijé en ese tallo. Había flores. Pequeñas, tan frágiles como el propio tallo. El enfado se esfumó en cuestión de segundos. Mi entorno volvió a tomar forma y el aroma de esas pequeñas flores aportó frescura a un ambiente cargado.

Unas cuantas flores que nacen de un solo tallo, que por las tardes se abren al mundo y por la noche su fragancia mata el silencio húmedo, me salvan la vida cada vez que ésta me araña. Las visito cuando siento que mi mundo arde. Las observo. Las huelo. Las disfruto. Lo haré mientras pueda.

Florecer, qué bonito verbo. Las plantas lo hacen, nosotros también. Marchitamos. Florecemos. Una y otra vez. Cada uno a su ritmo. Nos han hecho creer que la vida es una competición. Ser el primero. El mejor. Ir deprisa. Hacerlo ya. Nos enfadamos. Gritamos. Perdemos de vista lo importante. La vida lleva su tiempo precisamente porque es corta, caduca. No perdamos de vista las llamas que pueden calcinar lo que nos salva la vida. Los detalles. Las flores. Lo inesperado.

Danae