Fuera de serie

El otro día ojeé uno de esos textos que habla de las novedades en series, vamos las que tenemos que ver porque son lo más. Y qué queréis que os diga, qué estrés más tonto me entró con tanto «qué ver». Es como sentarte en el escritorio y ver ese montón de tareas pendientes, pues así de primeras una se agobia un poco.

Somos consumidores compulsivos de contenido, en realidad somos compulsivos en general, en cuanto algo nos gusta nos abalanzamos sobre ello como si no hubiera mañana y claro, luego las resacas son muy malas. Somos unos obesos de lo audiovisual -y obsesos también-, nos ponen en bandeja multitud de series y películas, nos las presentan bonitas para que nos entren por los ojos y claro, luego acabamos entre empachados y agobiados. No creo que tarden en inventarse una palabra para definir el estrés por exceso de «series que ver», si es que no lo han hecho ya.

Antes lo teníamos más fácil: cada día de la semana, la programación televisiva se centraba en una serie o programa, solo tenías que esperar a que todos en la casa quisieran ver lo mismo que tú y verlo mientras cenabas. Y si no, te aguantabas y te conformabas con saber qué pasó en «Compañeros» durante el recreo, cuando todo el mundo comentaba esa escena entre Quimi y Valle. Te lo perdías y era un pequeño drama con su consecuente rabieta adolescente absurda. Ya está. Ahora, además de tener un horario para trabajar, ir al gimnasio, hacer la compra, quedar con los amigos y poner la lavadora, también hay que añadir por lo menos una hora para ver uno o dos capítulos de esa serie que tanto fascina.

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Friends

Y os parecerá absurdo y superficial, pero es en estos momentos tan absurdos y superficiales cuando me doy cuenta de lo valioso  que es el tiempo. Lo echamos de menos cuando escasea y lo perdemos cuando nos sobra, aunque en realidad el tiempo es el mismo. ¿Cómo hace esa gente que tiene tiempo para tener vida y ver series? Porque a mí no me salen las cuentas.

Es duro vivir en el primer mundo, estamos expuestos a demasiados estímulos. Uno se estresa solo de pensar en todas las series de moda que hay que ver, porque además de las series, documentales y películas que uno quiere ver, se suman todas aquellas que alguien, no se sabe quien, asegura que tal serie es lo mejor de este año y, por tanto, «hay que verla». En realidad, la culpa es de todas esas publicaciones que nos muestran todo ese contenido maravilloso que sí o sí tienes que ver. También de quienes las crean, porque las listas no se escriben solas, y de quienes nos rodean porque nos presionan para que nos enganchemos -como si fuera imposible no hacerlo- a esa serie que tanto les flipa. Vamos que la culpa es de todos menos de uno mismo, porque pobres de nosotros que no tenemos tiempo ni para dormir con todo lo que tenemos que ver. Acabamos exhaustos, normal.

Vivimos una realidad que invertimos en adentrarnos en una ficción continua, normal que luego nos creamos que existen príncipes azules, princesas prometidas, monstruos dentro del armario y mundos paralelos. Resumiendo: los días son cortos, la vida es corta y las listas de series interminables.

Sed buenos
Danae