Ganas de ti

A veces una tiene días raros. Esos que estás como triste, como apática, como todo y nada. Es lo que tiene no saber lo qué te pasa, se hace difícil describirlo. Solo te sientes raro. Hace un par de semanas tuve uno de esos días «meh» y escribí lo siguiente:

Me he levantado cansada y con una extraña sensación de tristeza. Diría que estoy hecha una mierda, pero sería exagerar. En realidad es una pequeña presión en el peso, soportable. Solo es un día malo, no pasa nada, pero es una mierda. No tengo ni idea de cuál es la causa. Tal vez sea por la regla, la falta de sueño, el calor o todo a la vez. Pero tampoco lo sé. No me gusta no saber.
He limpiado la casa, me he golpeado la cabeza con la barra americana que separa mi pequeño salón de la minúscula cocina y de la rabia le he pegado un puñetazo. Ahora me duele la mano y la cabeza. El día mejora por momentos.
He comido, bebido un par de cervezas mientras veía una película de mierda. Al finalizar, lo he sentido. He sentido que tenía ganas de ti y de nada más. Así que he salido a que me diera el aire y me he metido en la primera librería que he encontrado para escapar de la gente, del calor húmedo y de la mezcla de olor a gofre y queso – es lo que tiene poner una feria de queso cerca de una gofrería, que la mezcla es explosiva-.
Y entonces te he visto ahí plantado, camuflado entre tus compañeros y diciendo que «Todos escriben sobre el amor menos tú» y, claro está,  te he tenido que traer a casa.  Sin saber nada de ti, ni plantearme si en realidad te necesito; ignorando todo eso de que no hay que fijarse en el físico.
Ahora te tengo aquí. A mi lado. Sin saber en realidad tu nombre, sin conocer tu interior, ni tu historia. Te he traído solo porque me has gustado y ya está. Porque, sin darme cuenta me he sentido un poco mejor y es que tenía ganas de ti. Algo absurdo porque eres un libro cuya existencia desconocía hasta ahora. Absurdo y una mentira cochina porque, aunque me he sentido mejor al traerte a casa, tu ausencia no era la causa del día de mierda y, por tanto, tampoco la solución; pero a veces me gusta autoengañarme. Simplifica las cosas.

Así termina la cosa: declarándome a un libro de poesía solo por su título. He de confesar que, en general y salvo ciertas partes,  no me ha entusiasmado demasiado. Seguro que alguno lo ha leído y no comparte mi opinión, pero eso no es importante ¿verdad?.

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Simplemente no era un libro para mí.  Es lo que tiene juzgar un libro por su portada -en este caso, por su título-,  a veces uno se equivoca.
Sed buenos
Danae