Historias que acaban bien

Últimamente he convertido en costumbre algo que antes hacía de forma ocasional. Cuando me despierto de madrugada, después de dar vueltas en la cama, enciendo la luz, cojo el móvil y me hago un selfie. No, a mi cara no. A mi posición, a mis clavículas, a los lunares de mi pecho, a las camisetas arrugadas que siempre se deslizan por mi hombro, unas veces por el izquierdo y otras por el derecho.

A veces hago eso, sí. Fotografiarme. De madrugada. Desconozco la causa. Es posible que busque inmortalizar el momento, o que, aburrida de dar vueltas e incapaz de concentrarme en la lectura de un libro, lo haga para pasar el tiempo. A saber qué piensa mi cerebro a esa hora, sea lo que sea, no lo comparte conmigo.

Me pasa a menudo. Despertarme de madrugada. A las tres, a las cuatro o a las cinco, como una canción de Sabina sin acabar. Me despierto y no me duermo. A veces sí, pero no es lo habitual. Hay quien se levanta y hace cosas. Yo no. No en invierno. En invierno me quedo en la cama, hace frío ahí fuera. Me quedo arropada por el nórdico y me imagino historias de esas que nunca me ocurren.

Ahora que ya casi es primavera y que hace más calor, puede que me anime a salir del cascarón, desayune temprano, lea un poco e incluso salga a dar un paseo antes de que la vida despierte. Lo más probable es que me quede pensando todo eso en la cama sin mover un músculo.

Encuentro gran placer en quedarme en la cama mientras dejo volar mi imaginación. En ocasiones, las preocupaciones o los pensamientos negativos apartan mis historias de un solo golpe, no tengo tanto control sobre ellos como me gustaría, a veces creo que no tengo ninguno. De todos modos, no me rindo. Sigo con mis historias, a veces perfectas, casi siempre normales. Me gustan las historias normales, las que cualquiera puede vivir. Historias de a pie de calle para personas que andamos por ellas, no creo que necesitemos más.

Al final, las horas pasan mientras todas esas historias se desarrollan en mi cerebro. El sonido del despertador me saca de ellas de forma tan brusca y cruel que me asusta. Cuando esto pasa, me doy cuenta de que no solo es el frío lo que me impulsa a quedarme en la cama, sino las ganas de más, porque me gusta el abrazo del nórdico y las historias que acaban bien.

Danae