Hace algún tiempo, no puedo deciros cuánto, algunas ciudades decidieron colocar fotografías de grandes dimensiones en los escaparates de los locales cerrados. Cuando digo cerrados quiero decir que el negocio no tuvo éxito. Uno puede acercarse al cristal y ver el cadáver de lo que fue una tienda, la desnudez inerte de una idea que no funcionó. Esto me suele dejar mal sabor de boca. Será que me gusta que la gente que se atreve a abrir una empresa le vaya bien. No siempre sucede. De hecho, según las estadísticas, lo raro es que funcione, algo que sinceramente deprime a cualquiera.
En los últimos años se han abierto y cerrado negocios dejando a la vista la sombra de un montón de sueños a medio hacer que a nadie le agrada ver. Es muy posible que esa haya sido la razón por la cual decidieran añadir esas fotografías enormes: ya que no podemos ocultar lo evidente, hagamos que parezca bonito.
Nos produce una sensación extraña ver lugares vacíos, es como si faltara algo. Tenemos la necesidad de añadir, de rellenar los huecos, de decorarlos. Esa parece la premisa: añadir para que parezca bonito, cuqui, rico. Lo vacío es lo feo, lo pobre, lo que hay que tapar.
Nadie quiere entrar en bares sin gente, no es acogedor. No buscamos destinos de vacaciones en lugares desérticos, puede que no existan o que sus habitantes guarden el secreto para no convertirse en una Venecia, quién sabe. Vamos a la masificación, a lo mucho, a lo lleno, a lo todo.
De la misma manera que nos incomoda ver la pobreza que nos rodea, también lo hace saber que alguien no triunfó, cómo jode eso, la verdad. El que quiere no siempre puede. A ver cómo nos van a vender ahora la cultura del esfuerzo si somos testigos de que el trabajo duro no es garantía de nada. Por eso rellenamos, intentamos decorar lo feo, lo triste, lo que ya no tiene alma para hacernos el paseo más agradable. Buscamos disminuir su impacto en nuestras mentes, bastante magulladas están con tanto golpe vital.
Nos da miedo fallar, la vida real, la de carne y hueso. Por eso necesitamos fotografías grandes, cubrir espacios en blanco, decorar cada rincón de nuestra casa. Asociamos el vacío con la nada, con el fracaso y la pobreza. A veces es así y no podemos hacer nada. Otras, no nos damos cuenta que es precisamente lo contrario: que cuanto más tiene uno, menos es. Está claro, que no siempre podemos ganar.
Danae