Hoy es sábado. Son las 11:00 y aún estoy en la cama. No suelo esconderme bajo las sábanas tanto tiempo, pero hoy, por primera vez en muchos meses, me siento descansada. He debido de dormir. Lo digo con la boca pequeña porque estoy tan poco acostumbrada a conciliar el sueño, que a lo mejor lo de esta noche ha sido otra cosa y me he equivocado.
Estoy aquí, en la cama. Ahora que la luz se cuela por los agujeros de las persianas puedo intuir un día gris y triste. Mejor me quedo un poco más.
En un rato, tal vez en una hora o cuando quiera, me levantaré y desayunaré mientras leo. Puede que luego me dedique a limpiar la casa y a hacer recados. Lo de limpiar no me lo creo ni yo.
Pienso que hoy es un buen día para vivir en este lugar inhóspito que suele ser mi cama. Sin embargo, esta noche se ha portado bien conmigo. Es raro, pero me siento aliviada. Me envuelvo de nuevo en mi edredón de verano y veo que las mantas de emergencia por si me ataca el frío de madrugada, están enrolladas entre sí. Todo parece ser cosa de dos.
Intento alisar con los pies los pliegues de la sábana bajera. Hoy he dormido en la parte derecha de la cama, siempre he sido más del otro lado, pero supongo que depende de cómo se mire. Me sobra cama y sin embargo, me falta espacio. Los sueños ocupan lugar, no tengo duda de eso.
Es sábado. Son las 11:20. Hace tiempo que no hago esto. Estar. Solo eso. Disfrutar de esta pasividad. Eso sí que se me hace raro. Dejo que los pensamientos pasen por encima de mí como nubes arrastradas por el viento. Todo por primera vez desde hace tiempo.
Me recuesto para subir la persiana de la ventana que tengo junto a la cama y me tumbo de nuevo. Observo que el cielo está gris, pesado, más bajo de lo normal. El cerebro ya empieza a darme órdenes. Tienes hambre, me dice, ¿acaso no notas ese agujero en el estómago? Sí, claro que lo noto, pero no quiero salir de aquí, de esta cama que hoy es mi amiga y que, por primera vez en mucho tiempo, es testigo de mi descanso.
Sé que esto no va a durar mucho. Sé que en cuanto salga de la cama, el tiempo correrá en mi contra y cada actividad se arrastrará a la siguiente hora. Hoy todo va a ser tarde y no me importa.
Es sábado. Son las 11:31. No quiero salir de aquí.