Estos días me han venido a la mente imágenes de intelectuales y artistas del siglo pasado en cafeterías. No sé la razón. Pero ahí están. Fotografías en blanco y negro, lugares oscuros, el humo de los cigarrillos, el ambiente cargado. Instantáneas de tiempos pasados habitadas por personas que ya no existen y que nos envuelven en un romanticismo ingenuo, convirtiendo una escena normal, corriente y ahora prohibida, en objeto de deseo.
Cuando tenía veintipocos me imaginaba como protagonista de esas imágenes: sentada pensativa frente a una pequeña mesa redonda sobre la que descansaba un cuaderno, con un cigarro en una mano y una pluma en la otra. A pesar de que ni fumo ni tengo pluma, yo me imaginaba así, rodeada de humo y letras.
Soy más de bares que de cafeterías, tal vez porque no haya encontrado alguna que se asemeje a las de la fotografías que veo, porque busque alguna en concreto, porque no sepa lo que busco o porque simplemente sea más de cerveza que de cafés. Puede que todas las opciones sean correctas.
Ya queda poco para que podamos disfrutar de ellos. Muchos hemos podido estar ya en sus terrazas, pero no es lo mismo. Una servidora echa de menos su interior, esperar a mis amigos mientras leo un libro o sola, garabateando en cualquier rincón de mi libreta a la espera de que la inspiración entre por la puerta. Porque bares y cafés están para escribir. Lo que vemos, lo que sentimos… escribir el próximo capítulo de un libro, canciones, poemas, la lista de la compra o lo que nuestra mente vomite sin filtro alguno.

Los bares y los cafés son testigos de nuestras vidas tanto como nuestro propio hogar. Y puede que, por permanecer tanto tiempo en ellos, los consideremos no solo puntos de encuentro sino también como lugares para crear y escenarios en donde vivir historias. Estar en un café o un bar es observar la vida misma, ser espectadores de una función en donde todos tenemos un papel.
La mayoría de los bares y cafés permanecen cerrados y una tiene ganas de verlos abiertos. Me gusta ver su interior, su decoración, la gente que hay dentro y fuera, y observarles sin ser vista. Quiero volver a verlos medio vacíos porque nunca me gustaron llenos. Quiero volver a sentarme en la mesa de siempre, beber lo de siempre, hablar de lo mismo de siempre desde perspectivas distintas y también quiero mi soledad en medio de un oasis de mesas con gente. Sin humo, pero con letras.
Danae