Influenciando que es gerundio

Ayer eché un vistazo a una noticia que hablaba sobre la regulación de la publicidad de los productos en las cuentas de Instagram de los influencers; vamos, que si les pagan por x productos, deben decirlo. Este texto me ha recordado uno que salió a la luz hace algunos meses. Me refiero a aquella noticia que se hacía eco de todo un acontecimiento: el primer curso universitario para ser «influencer». Muchas personas leyeron esto y debieron de enloquecer, unos de alegría y otros del susto.

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Cara Delevigne

Yo no sé vosotros, pero yo tengo la sensación de que los influencers de hoy, son los Teo del ayer. ¿Os acordáis de él? Teo va a escuela, Teo va al circo, Teo va y nunca vuelve…Teo, Teo, Teo. Pues bien, con los influencers pasa lo mismo: el influencer va a la playa, el influencer va al desfile de moda y, ahora, el influencer va a la universidad, influencer pa’rriba, influencer pa’bajo… son onmipresentes,  están en todos lados «aquí sufriendo» porque ellos siempre sufren mucho aunque no lo parezca. Parece algo simple y fácil, por eso muchos buscan convertirse en los nuevos reyes de Instagram y, por esta razón,  no es raro que la universidad quiera sacar tajada de este fenómeno; no sabemos cuánto durará pero, mientras tanto, sobreexponerse (bien) en las redes es, desde luego, un negocio seguro.

El curso en cuestión se llama Intelligence influencers: Fashion & Beauty –  en inglés forever, no importa que se imparta en Madridy los estudiantes aprenderán sobre ciberseguridad, economía, legislaciones, creatividad, redacción de contenidos, edición de fotografía y vídeo… un poquito de todo para ser lo más de lo más sin sustos.

Existe cierto resquemor hacia estas figuras, no sé si es envidia o si es que da rabia que personas que realmente no se han formado en nada en concreto (mientras tú tienes dos carreras y tres máster), hayan conseguido llegar a lo más alto mientras tú haces lo que puedes. Por otro lado, habría que definir qué es eso de llegar a lo más alto, pero eso lo dejamos para otro momento. Lo único que sé es que si han conseguido ser famosos es porque nosotros, la muchedumbre aburrida, les seguimos en las redes para vigilar cada movimiento. Mientras tú curras, ellos se dedican a lo que sea que se dediquen.

Seamos sinceros, uno tiene que valer para ser influencer, porque ellos se convierten en productos en sí mismos que nosotros, humildes mortales, consumimos sin rechistar.  Siempre expuestos, siempre pendientes, siempre a la vista de todos, porque ellos lo han elegido así, claro; pero yo, por ejemplo, no podría.

Puede que no tenga mucho sentido que, a estas alturas, yo me dedique a escribir sobre un curso que se inauguró hace más de seis meses, pero una que pretende influir poco y que la instantaneidad se lo deja a las sopas de sobre, pasa los ratos hablando de hechos pasados que aún son presentes y siempre, siempre preguntándose qué camino vamos a tomar.

Sed buenos

Danae