3:11. Entra sin llamar y me acompaña el resto de la noche. Es el insomnio. Termina el sueño, tres horas de descanso le ha debido de parecer suficiente. Comienza todo lo demás: contar las horas de sueño que tendría si me durmiera en ese preciso instante, luchar contra ese nerviosismo que me invade porque todo parece indicar que voy a pasar la noche en vela y, por supuesto, pensar aunque no piense en nada.
La cama se vuelve incómoda y me doy cuenta de que la música es la única que puede acompañarme en este viaje. La busco relajante para dormir, porque la esperanza es lo último que se pierde y yo de eso tengo mucho. «Música para dormir», «dormir en cinco minutos» y títulos que aportan ese rayo de luz en una oscuridad completa; pero esta vez, Youtube no ayuda y yo sigo despierta. Y mientras escucho música para regenerar el cuerpo, los chacras y el alma en general, mi mente se pone a pensar en nada que yo pueda intuir. Es una sensación muy rara eso de que la mente esté ocupada en pensamientos que no soy capaz de descifrar.
A veces creo que el insomnio es una especie de castigo por creer que dormir es una pérdida de tiempo. ¡Qué cantidad de cosas podría hacer yo en esas horas! y, sin embargo, cuando el insomnio me acompaña durante la noche, no puedo hacer nada. Ducharme, prepararme unas tortitas, organizar mis papeles, limpiar, escribir… podría invertir ese tiempo en todas esas actividades, pero sigo en la cama. Por pereza, por cansancio acumulado de muchos meses de sueños complicados, porque la noche es fría y el edredón es ahora mi único amigo.
Las horas pasan y a las 6:00 mi cuerpo cambia de idea. No te duermas, me digo. Ahora no te duermas o luego no te despertarás. No hay nada como la inminente llegada de la alarma del despertador para que el cuerpo decida que es el momento idóneo para dormir. Será gilipollas. Ya en la universidad descubrí que para dormir una hora mejor no dormir. Así que me dedico a hacer repaso de mis quehaceres del día, mantengo la mente ocupada: tengo que hacer esto y lo otro, ir a tal sitio y, por supuesto, trabajar. Muchas cosas que procesar para una mente insomne.
Suena la alarma. Es la hora de levantarse. La hora en la que termina el insomnio y comienza un nuevo día que lleva cuatro horas de adelanto.
Danae