29 de febrero. Un día de más. Tomémoslo como un regalo, una oportunidad…tomémoslo como queramos. Mi 29 de febrero fue intensito. Todo lo intenso que puede resultar de una mezcla de pensamientos irracionales mal gestionados.
Como se suele decir, después de la tempestad viene la calma, así que aquí estoy inmersa en un domingo 1 de marzo, como si nada hubiera pasado. Un frenazo en seco después de una maratón emocional.
Para algunas personas, lo simple se vuelve complejo y la solución no conseguimos verla aunque la tengamos frente a nuestras narices. Por esta razón, me agarro a todo aquello que me dibuja una sonrisa con la esperanza de no volver a sentir cómo mi cerebro se quema por pensar demasiado. Una esperanza que dura poco porque el cerebro va a su ritmo y no hay correa que le detenga por mucha orden que se le mande. Sin embargo, no por ello deja de ser necesario.
Hoy que todo está tranquilo, que yo estoy tranquila y que todo parece transcurrir tal y como debe de transcurrir un domingo, he recuperado una pequeña lista que hice con la intención de ampliar la que publiqué para despedir el 2019, porque siempre viene bien ampliar esas listas que enumeran lo que nos hace sentir bien.
- La lectura del desayuno
- Un croissant con margarina y azúcar a la plancha
- Observar que mi planta continúa viva y mantiene sus flores después de más de un mes de convivencia.
- Los cuadros maravillosos que me acompañan en mi soledad.
- Una taza de cacao calentito después de muchos meses de abstinencia.
- El SILENCIO
- Los amigos que me abrazan, me aguantan y me quieren con lágrimas y neuras.
- Las películas de Wes Anderson
- Las patatas fritas
- Escuchar mis nuevas canciones favoritas en bucle
- Bill Murray haciendo de Bill Murray
Me he dado cuenta de que, cuanto más oscura veo la vida en un momento determinado, más cosas tengo que agradecer y más me fijo en todas esas pequeñas tonterías. Porque comer patatas fritas cuando estoy triste me hace sonreír, porque ver a Bill Murray haciendo de él me hace sonreír, porque que un amigo me abrace y me diga que todo va a salir bien aunque enelfondosepaqueesmentiracochinaporquemimentenoaceptatalcosa, me calma; porque las películas de Wes Anderson me hacen soñar, porque comer croissant con margarina y azúcar en el desayuno mientras leo me hace feliz, porque el silencio me hace feliz, y porque esas pequeñas cosas son los interruptores que dan la luz cuando la oscuridad total me envuelve.
Por todo esto, es necesario redactar una lista con todo lo que nos hace sentir bien, cuanta más larga mejor, porque cada punto en esa enumeración es un interruptor que nos aleja un poco más de nuestra oscuridad emocional.
Danae