La belleza de lo caduco

Comienzo a escribir estas líneas recién salida de la ducha, con el pelo mojado y el olor de la crema corporal todavía en el ambiente. A estas alturas tener que refugiarme del calor me incita a abofetear a aquellos que niegan una cosa llamada cambio climático. Así que con las altas temperaturas no puedo evitar pensar en ese otoño que espero que refresque los días.

Otoño es un mes bonito, una nueva paleta de colores tierra que contrasta con los brillantes del verano. Una estación que siempre visto con cierto halo de romanticismo, no sé si por sus hojas caídas, porque supone comenzar de nuevo lo que habíamos pausado por unos meses o porque simplemente me gusta su frescor, ese respiro después del calor sofocante.

El otro día mientras hacía unos recados, se posó en mi camiseta una hoja que cayó de uno de los árboles de la avenida por donde pasaba. La miré. Me miró. Enseguida nos caímos bien. La metí en el bolso con cuidado para no romperla y seguí mi camino.

Ya en casa, la dejé sobre la mesa de la cocina y la observé. La mayor parte de la compra seguía en las bolsas, pero soy experta en dejar para más tarde lo que no es importante, así que una vez metido el helado en el congelador, el resto no me importaba lo más mínimo. Observé las tonalidades de esa hoja: marrón, naranja, amarillo e incluso algunos toques de lo que había sido un verde intenso. La típica hoja de otoño. Marrón. Caduca. Preciosa. Todas las hojas parecen iguales y, sin embargo, ninguna es idéntica. ¿Es posible que la caducidad aumente su belleza?

@sintintaenelboli

Está bien que nada dure eternamente, acabaríamos aburriéndonos. Todo acaba desapareciendo, de eso no hay duda, si somos listos nos habremos dado cuenta ya; por eso es tan importante captar cada instante, cada matiz, abrazarlo para guardarlo en la eternidad finita de nuestra mente. Por mucho que nos duela dejar las cosas atrás, asumir que lo bonito tiene fecha de caducidad nos impulsa -o debería hacerlo- a aprovechar cada instante e inmortalizar la belleza del momento.

Tengo mi hoja en la estantería de mi salón, apoyada en la fotografía de la modelo Freja Beha retratada para Vogue Italia. La tengo ahí, como si hubiera sido decisión mía, cuando en el fondo sé que ha sido ella la que me ha elegido a mí. Gracias a su elección puedo disfrutar de los colores otoñales en mi casa, de esa belleza que solo el tiempo aporta, del frescor después de un día caluroso.

Danae