Ya os dije yo que agosto no molaba nada. A no ser que viváis en una cueva descansando la cabeza debajo de una piedra, os habréis enterado de la muerte del actor Robin Williams y de la de Lauren Bacall. No, no me olvido de Álex Angulo, pero su muerte fue en julio.
No tenía pensado hablar sobre ninguno de ellos porque no se me dan bien las despedidas, sobre todo si no conozco personalmente a la persona. Además, no me siento cómoda hablando de la muerte. Bueno creo que salvo algún masoquista, morboso y enfermo mental, la muerte no es un tema con el que romper el hielo, a no ser que estemos en el velatorio de un pariente lejano con MUCHOS desconocidos. Aún así la conversación suele parecerse a la que mantenemos en el ascensor con un vecino:
-La muerte le pilló por sorpresa, qué pena…-Te dice alguien que se ha puesto a tu lado.
– Si…bueno, ya tenía 85 años y según creo no andaba bien de salud ¿No?
–Ya hijo, pero a nuestra edad siempre andamos fastidiados y nunca sabes lo que te va a tocar
– Si…ya…claro
Y así puedes estar media hora sin saber siquiera quien es ese a quien estás hablando. En los demás contextos, hablar sobre ello no suele ser lo normal…ahora que si alguno se anima a probarlo como estrategia de ligue, por favor que me llame que voy preparando las palomitas.
Lo que intento decir es que la muerte intimida mucho y siempre es mejor no decir demasiado ¿Por qué? Primero porque hay altas probabilidades de CAGARLA -sí, con mayúsculas- si no se conoce bien a la persona con la que se habla y segundo, porque si, como yo, tenéis como mecanismo de defensa el humor (muy) negro, ese que saca las garras cuando la muerte o el dolor salta a la palestra…lo mejor es schhh. Porque este mecanismo a veces puede llegar a ser ofensivo, pero OJO no es por falta de respeto. Repito, es un mecanismo de defensa, un escudo para defenderme de lo incómodo, del dolor o de esa gente a la que pegaría con un cucharón oxidado… y aparece sin más, como impulsado por un resorte. Pero tiene su lado positivo, en una guerra yo no necesitaría armas. Un par de chistes “negros” lanzados estratégicamente al bando contrario y los dejaría a todos K.O. Bueno eso o me pegan un tiro.
Por esto mismo no voy a hablar de Williams ni Bacall ni Angulo ni Chanquete. No los conocí.Tampoco he visto todos sus trabajos y no soy nadie para hablar de lo que no sé. No voy a unirme a esas personas que han dedicado artículos y entradas a estas (ya) leyendas del cine, porque creo que la mejor manera de honrar a los actores que mueren es viendo sus películas, al igual que a los escritores se les debe recordar leyendo sus obras (luego tenemos el extraño caso de Cervantes: no conozco a nadie que no tenga El Quijote, pero tampoco que lo haya leído. Debe de sentirse muy confuso).
Así que honraré a mi manera a estos dos actores tan distintos. En este puente de agosto, he decidido ver de nuestra amiga Lauren El sueño eterno. Porque es en blanco y negro, porque es una oportunidad para ver a Bogart- su sombrero y su cigarro- y a Bacall juntitos y besuqueándose al estilo Hollywood, y porque hace tiempo que no la veo y me apetece. Y de Robin elijo «Jumanji». Consiguió que de niña quisiera jugar siempre a toda clase de juegos de mesa para ver si salían monos del tablero. Sí, claro que me encantaría ver de nuevo «El club de los poetas muertos» pero no quiero terminar (otra vez) llorando a lágrima viva como un dibujo japonés.
Queridos niños, antes de que muera alguien más, empecemos a honrar a los vivos ahora que nos oyen. A los muertos, si queréis también. Aunque no sé si hay mala conexión o qué, pero no siempre les llegan los mensajes.
Sed buenos y vivid el momento que la muerte está echada.
Danae