Ya han pasado dos semanas desde que comenzara el confinamiento y vemos la vida de forma diferente: a través de la ventana. Somos espectadores de un espectáculo en donde los protagonistas somos los propios espectadores que observamos desde la ventana el espectáculo.
Tengo la suerte de vivir en un último piso, en donde el sol entra sin vergüenza alguna en mi salita-cocina a través de las ventanas, así que los fines de semana abro la ventana de la cocina, coloco una silla frente a ella, entre mi mesa de trabajo improvisada y la lavadora, alzo las piernas y apoyo los pies en el alféizar. En los días soleados, en mi ventana no se asoma la cabeza, sino los pies.
No quiero desaprovechar el sol, durante la semana no puedo más que sacar la cabeza de vez en cuando porque tengo que trabajar, pero en fin de semana es diferente. El sol entra en mi piso, lo ilumina, hace visible las motas de polvo y yo me pongo a limpiar. Después desayuno y leo un libro al que apenas hago caso, porque me dedico a mirar a través de la ventana abierta. Veo el patio interior por entre los huecos de los dedos de mis pies y noto cómo el sol calienta mis pantorrillas. Veo cómo un vecino del edificio de enfrente me mira divertido, veo sacudir alfombras, airear mantas, veo limpiar ventanas, veo rutinas que no se rompen. También oigo reggaeton y música clásica, a los vecinos hablar de lo cotidiano; también oigo los perros ladrar, a niños jugar, reír… muchas vidas concentradas en un solo lugar
Hoy llueve y miro por la ventana. La tarde oscurece y a estas horas no se oye música, ni vecinos, ni perros ladrar, todos hemos enmudecido bajo el cielo gris. Ahora que han cambiado la hora, tenemos una hora más de luz, pero no importa, vivimos en un tiempo muerto. Vivimos en tiempo muerto y llueve.
El cielo está gris y yo pienso en mis pies asomándose por mi ventana, en esa vida que hacemos junto a todas las ventanas, esa intimidad expuesta sin pensar ni siquiera en ello: la música que suena cerca y lejos al mismo tiempo, la señora que se depila las cejas, la adolescente que estudia y que espera pacientemente a que su madre deje de aplaudir para volver a sus deberes, los que simplemente miran sin ver, la preadolescente que se graba bailando para subir el vídeo en Tik Tok… la vida debe continuar y el espectáculo solo termina al bajar la persiana.
Danae