La vida en un patio de colegio

Uno entra en el mundo de los adultos sin saber cómo ni cuándo, pero una vez entramos ya no hay vuelta atrás. Lo curioso del asunto es que cuanto mayor soy más me doy cuenta de lo mucho que se parece la vida adulta a un patio de colegio.

El otro día tuve una reunión de vecinos. Una de tantas. Cada vez que salgo de una llego a mi piso con el cuerpo entumecido por estar de pie en el portal aguantando el frío húmedo y con mi cerebro como si acabara de salir de un centrifugado. Es como presenciar una discusión en mitad del recreo: miradas desafiantes, ganas de pelea, el malote que pretende salirse con la suya, el resabido que decide tener la razón por encima de la lógica misma y un largo etcétera.

Al igual que en el colegio, en la vida fuera del patio también existe el grito sin necesidad de pelea. Es la forma favorita de muchos para imponer su razón. Para quienes no estamos acostumbrados a ejercerlo vivimos su uso como un fracaso. Por mucha empatía que tengamos, por mucho que luchemos para llegar a un acuerdo sin alzar la voz, la paciencia se acaba y sin darte cuenta también acabas gritando. Hay personas que sacan lo peor de nosotros y esa es otra derrota más que añadir a la lista. No he sabido contenerme, me digo. Te dices. Nos decimos. No he sabido contenerme porque este tío me saca de quicio. Toda la razón, pero no has sabido contenerte. Hay que joderse con la gente tóxica.

Cada persona tiene sus circunstancias, su pasado, acontecimientos que desconocemos y que les ha forjado un carácter. Nadie sabe nada de nadie, todos tenemos que convivir con todos y cada uno de nosotros nos creemos con más razón que el del enfrente. A ver cómo salimos de esta.

Cuando éramos niños y vivíamos alguna injusticia volvíamos a casa enfurruñados, no es justo, no es justo, yo no he hecho nada, no sé por qué se han metido conmigo, no sé, no sé, no sé…. De adultos tampoco sabemos, solo fingimos que sí.

Vivimos en un patio de colegio. Lo vemos en las colas de los supermercados, en la parada del autobús, en nuestra vecindad, en el Congreso… busca y encontrarás a niños disfrazados de adultos haciéndonos creer que saben lo que se hacen. Si te acercas lo suficiente a cualquiera de ellos podrás escuchar fácilmente un «el que lo dice lo es con el culo al revés».

Danae

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