Hoy me he levantado un poco más tarde de lo habitual. Antes del desayuno, aún en pijama y con el calor de la noche pegado en el cuerpo, he sacado la bolsa con la ropa de invierno y he quitado de mis perchas cualquier rastro de verano. Sin embargo, mantengo bien a mano mis camisetas de manga corta, esas me acompañan durante todo el año, supongo que por ese «por si acaso» inevitable de quien sabe que el calor va a aparecer de nuevo sin avisar.
Mi cambio de armario puede parecer temprano, sobre todo porque aún no hace frío y todavía hay gente que mantiene en su vestimenta los pantalones cortos y los tops con los que fardar de ombligo, pero yo tengo ganas de frío y aprovecho que el tiempo ya no es cálido para poner bien a la vista esa ropa de entretiempo que lo mismo me estorba como me falta.
Desayuno tarde. Acompaño la tostada con té y un libro siempre que el tiempo me lo permite, y hoy el tiempo cede a mis caprichos. Apenas he leído un par de páginas cuando noto retumbar suavemente las paredes con el ritmo lejano de una canción de Reggaeton. Ese martilleo machacón que no llega a molestar, pero me jode el silencio y mi lectura. A veces la realidad se impone y no hay nada que podamos hacer.
Con el ritmo monótono de la música dejo a mi lado el libro y aprovecho para echar un vistazo a Instagram. Al abrir la aplicación me viene a la mente la caída estrepitosa del gigante Facebook, ese Goliath que nos dejó a todos un poco descolocados. Una ausencia que fue rápidamente cubierta por otras aplicaciones, como si tuviéramos miedo de quedarnos a solas con nosotros mismos.
Pienso en la trayectoria que llevamos. Cada vez más dependientes de lo ajeno, de ese ser inanimado sobre el que se sustenta no solo nuestro entretenimiento, sino también nuestra comodidad y nuestro estilo de vida. Me pregunto si nos damos cuenta de eso o si en realidad lo sabemos, pero nos da igual . No sé que me aterra más.
Con todos esos pensamientos rebotando en mi cabeza, alejo el móvil como si quisiera desembarazarme de esta vida y buscara salir de este engranaje en el que nos hemos zambullido de cabeza, huir de esta vida tan enlatada y»empantallada».
El Reggaeton ha parado y recupero la lectura. Solo un rato. Poco después, cojo mi cuaderno y escribo lo que estáis leyendo aquí. Hago una foto de las anotaciones y la subo a stories. Puedo oír la risa burlona del engranaje. Me lo merezco.
Danae