No hay nada mejor que entrar en una librería en una tarde gris, lluviosa, oscura y recorrer con la vista todos esos best sellers, clásicos, conocidos, desconocidos… autores de todo tipo apretujados en un solo espacio intentando llamar nuestra atención. Y de repente, un título que destaca sobre todos los demás, Las cosas que no nos dijimos de Marc Levy. Esta frase ha adornado multitud de textos y siempre consigue tocarme en lo más profundo. No he leído nada de este autor, no sé si lo haré algún día, por el momento solo me interesa su título supongo que porque con él podría empezar cualquier carta.
Las cosas que no nos dijimos es una frase que puede resumir parte de nuestra vida. De la vida en general. Todo lo que no nos dijimos, lo que nos hubiera gustado decir y callamos, es algo que muchos conocemos de cerca, pero aquí estamos, día a día enterrando silencios bajo palabras cuyo significado a veces desconocemos.
Todos callamos. Callamos pensamientos, ideas y emociones. También saludos y sonrisas, y besos cálidos que templen nuestra cara; callamos conversaciones antes de que ocurran y lágrimas y gritos y sueños.
Cuando uno calla también borra la oportunidad de obtener una respuesta que puede darle el impulso necesario, silencia las esperanzas, el deseo de sentirse tranquilo, el orgullo de haber sido valiente. El silencio es el tren que se escapa, la despedida de una oportunidad, un adiós prematuro. Callar es dejar vencernos por el miedo, por la vergüenza, por el que dirán. Callar es dejarnos invadir por la frustración, el frío, por el enfado, por el no.
También callamos lo negativo, no todo lo que omitimos son palabras de amor. Hablar nos ayuda a sacar fuera lo que nos hace daño, a frenar a quien se cree mejor o más fuerte que nosotros, a enfrentarnos a nuestros miedos, a mostrar lo que valemos. Pero a veces enmudecemos y las palabras que quisimos pronunciar se hunden un poco más en nosotros. Eso duele. Nos quema por dentro.
Las cosas que no decimos no se evaporan con el tiempo, no son desterradas del recuerdo ni enterradas ni olvidadas. Lo que callamos se mantiene pegado en las paredes de nuestra memoria, recordándonos nuestra cobardía, nuestro miedo, nuestra vergüenza, dibujando posibles situaciones que hubieran podido suceder pero que ya no pasarán.
Ya sabéis, la vida es muy corta y hay que decir las cosas antes de que sea demasiado tarde. La teoría la conocemos, pero la vida es corta y el miedo infinito. A ver cómo nos lo montamos para lidiar con todo eso y salir airosos.
Pensemos en ello.
Danae