Tu hola es mi adiós. Tus respuestas, mis preguntas. Tú eres cualquier persona, cualquier cosa, cualquier situación que se me va de las manos aunque la tenga bien agarrada.
Tú, quien seas, lo que seas, eres las líneas rectas que mi mente retuerce hasta convertirlas en manchas ilegibles, laberintos sin salida en donde desconozco cómo he conseguido entrar.
Es mi mente, lo sé. Ella no. Yo a veces tampoco. Nadie sabe nada. Joder.
¿Dónde termina la realidad y comienza esta pesadilla que parece hecha a mi medida?
Noto las miradas de quien no entiende, de quien no comprende esos pensamientos que se enredan en mi interior como las luces del árbol de la Navidad pasada. La incomprensión. El silencio. La incomprensión. El miedo.
Mi mente que parece no querer dejarme seguir un camino más fácil y que no sabe de razones me miente, y yo la creo.
Inútil
Llorona
Estúpida
Cobarde.
Y las mentiras se convierten en verdad porque qué otra cosa puedo creer si es mi propia voz la que escucho.
Y cómo expresar eso que permanece en mi cabeza como un inquilino molesto.
Y cómo cerrar los ojos sin caer en el abismo.
Y cómo abrir la boca sin sentir el sabor amargo de esa realidad envenenada.
Y que alguien me explique cómo lo hago para que la oscuridad interior no apague mi luz.
Cómo hago para que las preocupaciones no me quiten la vida que no es vida solo porque respire.
Cómo
coño
lo
hago.