Las mejores vidas resultan cortas

A lo largo de la historia se han pronunciado frases que merecen ser recordadas. «Las mejores vidas resultan cortas», es una de ellas. Pertenece a Javier Marías quien murió hace unos días como también lo hizo la Reina Isabel II o Godard, entre otros. La muerte ha repartido la pena en todos los ámbitos y eso se palpa en el ambiente y, claro está, en las redes sociales.

No he leído ningún libro escrito por Marías, pero sí que he hecho lo propio con sus artículos de opinión. Ha sido al repasarlos cuando he encontrado la frase que titula esta entrada; uno hace eso, recuperar los escritos del autor muerto para recordar, para sentir que tal vez todo sea un farol. Tenía setenta años y aún así a la mayoría nos ha parecido que se ha ido joven. Nunca estamos contentos. Los jóvenes por jóvenes y los viejos por viejos, la pena no se atenúa con la edad porque la muerte no es para nadie, mucho menos para los vivos. No importa el año de nacimiento de la persona que nos deja, cuando hay admiración de por medio, los números no significan absolutamente nada.

La muerte de la Reina Isabel II me sorprendió —como digo la edad no significa nada—, pero también lo hizo la reacción de mis amigos y conocidos. Me entristecí, claro, supongo que tengo ese lado infantil e ingenuo que me lleva a decir bajito: no me gusta que la gente se muera. Una tontería, lo sé. A lo que voy es que toda esa gente conocida compartía fotos de la reina como si fuera de su propia abuela y la pena era palpable. «El fin de una era», decían algunos. Puede que esa sea la razón por la que nos duele un poco todas estas muertes de quienes pertenecieron más al siglo XX que al XXI. El antes desaparece y lo moderno, que en realidad no es tal cosa, se hace con todo. Todo aquello con lo que hemos crecido y vivido se va y nos sentimos un poco desamparados.

La muerte de esas personas más o menos admiradas y siempre públicas duele porque, al fin y al cabo, desaparece una presencia a la que nos hemos acostumbrado; y, sin embargo, este dolor —grande o pequeño— confirma que Javier Marías tenía razón: las mejores vidas resultan cortas, siendo nosotros quienes decidimos quiénes tuvieron las mejores vidas.

Sea como fuere, la pena es tangible y cada día es el fin de una era para alguien. Desconocidos y conocidos van desapareciendo y somos nosotros, los que continuamos aquí, quienes los recordamos siguiendo las migas de pan que nos dejaron para consolarnos.

Danae N.