Se acerca mi cumpleaños. Hace años que no lo celebro, no sé si es debido a algún trauma de la infancia o a que se me ha atascado en el recuerdo el sabor de las resacas del día después de las celebraciones en mi época universitaria. Sin embargo, los días previos a mi aniversario siempre reflexiono acerca de cumplir años, lo que no sé es si saco algo en claro de dichas reflexiones.
Es justo en este preludio cumpleañero cuando me pregunto qué clase de mujer quiero ser. Es curioso, porque nunca me lo había planteado. Me he cuestionado el tipo de persona que quiero llegar a ser, pero eso lo tengo claro: yo quiero ser buena persona. Es algo bastante general, pero me sirve para centrar el tiro. Sin embargo, yo que aún me considero más chica que mujer, plantearme una pregunta como esta hace que dude sobre si es cosa mía o si es algo que he robado a otra sin querer.
Soy animal nostálgico, de eso no tengo duda, demasiado para mi gusto. Trabajo para que esa nostalgia no me envuelva en la melancolía, pero últimamente no doy abasto por la cantidad de curro que me doy. Como nostálgica que soy, pienso en mi abuela que ya no está, en ese pasado tan lejano, en esa yo niña que miraba con admiración a esa mujer fuerte y cariñosa. También pienso en mi madre, con la que tanto hablo y que siempre procura ayudarme. Me doy cuenta de que ellas, de un modo u otro, siempre han estado presentes a lo largo de mi vida. Su apoyo, sus críticas constructivas, sus palabras calmantes, sus abrazos que atenuaban la abrasión del dolor, su recuerdo impreso en mi piel… Todo son ellas.
No todas las madres son un ejemplo a seguir, eso está claro y, por supuesto, ninguna es perfecta por mucho que se empeñen. No pueden. No tienen por qué. Yo siempre he visto a mi abuela y a mi madre no como mujeres perfectas, sino como un ejemplo de cariño y fuerza, de creación, nunca de destrucción, personas que suman… Ellas son, desde luego, las mujeres de mi vida. Siempre lo han sido. Supongo que todo esto me acerca a la respuesta sobre qué clase de mujer quiero ser.
Pienso en todo esto cuando estoy a punto de cumplir años, ¡qué cosas! Lo que se nos pasa por la cabeza cuando el contador sube. Qué queréis que os diga, es bonito ver algunos de sus rasgos en mi carácter, en mis gestos y mi mirada… una herencia perenne que solo me corresponde a mí.
Danae