Lluvia de verano

Esta mañana estaba lloviendo y he escrito un texto. No refleja lo que sucede ahora, pero sí lo que ocurre durante los domingos de verano cuando llueve justo a la hora de comer. Aquí os lo dejo:

«Domingo. Llueve a cántaros. No hay nadie en la calle, como suele ocurrir cuando llueve, parece que todo el mundo se refugia en sus casas y más en esta zona que no es el centro de ninguna gran ciudad, solo el medio de todas partes, nada más. Nada menos.

Todo está en silencio, puedo escuchar a algún vecino toser, es lo que tiene el silencio mortecino, consigue que duplicar el efecto del sonido más suave. ¿Lo habéis sentido alguna vez? Ese silencio que parece envolvernos con fuerza y que nos ahoga, que nos impulsa a poner música o la televisión porque se hace insoportable. Eso es lo que se siente ahora. La lluvia parece aflojar esa presión.

Saul Leiter
Saul Leiter

Después de unos días calurosos con el bochorno pegándose en nuestra piel, el cielo se ha vuelto gris y las calles se llenan de charcos sin nadie que quiera pisarlos.  La sensación es refrescante, por fin una puede respirar a gusto.

La lluvia cae con la suavidad justa creando un murmullo como sonido de ambiente. Desde luego que este sería el marco ideal para el final de una película romántica: la lluvia refrescante, las calles vacías, la pareja que se encuentra y se besan suavemente esa cortina de agua sutil. Pero es domingo, y los domingos no ocurre nada. Los días como hoy son un paréntesis, un día en el que el verano quiere descansar de sus obligaciones, tal vez mañana continúe así, eso no lo sabe nadie por mucho que nos quieran convencer de lo contrario.

Estoy en el salón con la puerta de la terraza abierta, apoyada en el marco de la puerta escribiendo estas líneas con letra que luego no sé si seré capaz de entender. Aparto la vista del cuaderno y me dejo hipnotizar por esa lluvia que cae sin demasiada estridencia, por ese sonido que parece sacado de un vídeo de relajación. No pasan coches, ni personas, solo la lluvia y los árboles que se mueven con el viento como únicos elementos móviles de este cuadro que transmite paz e intranquilidad a partes iguales. Suele pasar, la calma absoluta a veces da miedo.
No sé cuanto tiempo ha pasado desde las últimas líneas, pero la lluvia ya ha parado, el silencio se ha roto por el sonido de la televisión de los vecinos del piso de arriba, el volumen es más alto del recomendado como si temieran quedarse dormidos y yo, mientras tanto, pienso qué pasan los domingos que parece que no ocurre nada.»
Sed buenos
Danae