Después de sopesarlo detenidamente, he llegado a la conclusión de que ser adulto es una mierda. Sé que es una reflexión absurda pero, por mucho que piense sobre ello, la conclusión es la misma. Sé que es inevitable, que es parte de la vida y que incluso tiene sus cosas buenas; sin embargo, no tengo claro que compense todas las preocupaciones. Tienen que ofrecerme algo más para cambiar de opinión.
Uno se hace mayor y se descubre diciendo a cada minuto un «tengo que hacer» dejando los «quiero hacer…» para algún hueco en el fin de semana. Y lo chungo de todo esto, es que nunca va a menos, a medida que uno se hace mayor, se enfrenta a nuevas preocupaciones y obligaciones; es lo que tiene cumplir años, que siempre hay algo nuevo con lo que no contabas el anterior.
Si hay algo por lo que yo quería ser adulta era por tener las ideas claras. De niños nos venden la idea de que, con el paso de los años, nuestra querida cabecita se asienta y comienza a dibujar mejor los objetivos y nuestra vida en general. Así que claro, a medida que creces esperas eso. Los sueños infantiles se disipan en cada cumpleaños y te pasas toda la adolescencia acojonado porque no tienes ni idea de qué hacer con tu vida, pero no te agobias demasiado porque sabes que tu yo adulto te solucionará la papeleta. Pues no. Esa es la letra pequeña que nadie lee.
De niños queremos ser mayores, porque hacen cosas molonas. Y es cierto, tenemos ventajas que niños y adolescentes no tienen no todo iba a ser malo, pero claro solo cuando somos adultos nos damos cuenta que lo de ser niño tampoco estaba tan mal.
Desde mi punto de vista, hay dos problemas que a mí me llevan por la calle de la amargura:
- Cada año que pasa tienes más cosas por hacer pero el día mantiene sus 24 horas. Es decir, que tienes que hacer más en menos tiempo.
- Tienes que comportarte como un adulto. Si reaccionas de un modo que otros consideran inapropiado, te soltarán un te comportas como un crío. Como si eso fuera necesariamente malo

Uno se convierte en adulto le guste o no, y las responsabilidades llegan tarde o temprano. Lo único que podemos hacer es disfrutar de lo que tenemos, de lo que hemos conseguido, de lo que hacemos y, sobre todo, encontrar una vía de escape que impida volvernos locos. Ese refugio único e intransferible que nos recuerda quienes somos y nos hace olvidar todo lo demás.
Yo por mi parte, sigo regando mi parte infantil para que no se marchite.
Sed buenos
Danae