Manchas de café

Recuerdo que mis apuntes de la universidad estaban salpicados de manchas de café. Todo un bloque infumable de papeles ilegibles con toques de color marrón. Lo curioso de todo esto es que, gracias  al número de manchas, me hago una idea de lo mucho que me costó sacar una asignatura. A más café, más horas de estudio.

Ahora, alejada de los apuntes, son las imperfecciones de mi cuaderno de notas las que me avisan si he escrito mucho o poco. Por esta razón, la de encontrarse alguna mancha que otra en papeles, algunas personas me han tachado de cerda, descuidada, desastre y torpe. Puede que tengan razón. Aunque me considero una persona bastante limpia, sí que soy muy torpe y tampoco veo nada de malo una mancha de café en una hoja – mientras sea para uso personal, no ocurre absolutamente nada-.

Giulia Bernardelli
Giulia Bernardelli

Las imperfecciones son una manera de contar una historia. Las marcas del suelo nos insinúan que allí se jugó mucho, los agujeros de las paredes nos recuerdan aquellas baldas que se doblaron por el peso que tuvieron que sostener…todos esos «fallos» son una forma de conocer a las personas.

Soy de las que creen que los objetos hay que vivirlos. Desde un lápiz hasta las cuatro paredes en las que uno vive. Y alguien dirá, sí vale pero eso no justifica que lo manches todo de café. Pues no, pero es que resulta que gran parte de mi vida me la he pasado entre tazas de cafés y anotaciones en cualquier parte, así que las probabilidades de sufrir algún descuido son bastante altas.

Hay que imprimir nuestra esencia en todo lo que nos rodea, que se note lo que es nuestro y de nadie más. También es cierto que no me gusta lo perfecto, lo que parece recién comprado, lo impoluto, nada. Necesito saber que el objeto ha pasado por mí y yo por la vida del objeto. Necesito reciprocidad. Por eso cuando me llaman de todo por tener manchas en mis papeles, no puedo más que ignorarles. Todo lo que tengo lo vivo y lo cuido como yo solo vivo y cuido. Y a partir de ahí que cada uno piense lo que quiera.

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Giulia Bernardelli

Una mancha de café en un cuaderno se traduce en momentos íntimos que solo él y yo conocemos. Momentos de bloqueo mental en los que me quedo con la vista fija en la hoja en blanco esperando a que se me encienda la bombilla, momentos en los que mi mano escribe tan rápido que no me importa nada más, momentos en los que se vuelve mi confidente y lee cada pensamiento que plasmo en él…y da la casualidad que siempre tengo una taza de café o té como testigo de dichos momentos. Nunca sé cuando dejan su marca, no tengo ni idea de cómo llegan ahí, pero siempre encuentran una oportunidad para hacerse un hueco.

Esta no es ni mucho menos la historia que venía a contaros. He abierto mi cuaderno para repasar algunos textos y me he encontrado esa mancha de café furtiva cuyo color hace juego con el de mis paredes.

Sed buenos
Danae