Maten al hereje

El 12 de agosto de 2022 un chaval de veinticuatro años apuñaló repetidamente a Salman Rushdie, autor de Los versos satánicos. Este libro lleva levantando ampollas entre los islamistas más extremos desde que se publicara a finales de los años ochenta. Después de mi descanso estival, regreso intentando averiguar si es cierto aquello que dicen de que la pluma es más fuerte que la espada.

Salman Rushdie lleva unos treinta años perseguido y amenazado sin que el tiempo atenúe la mala leche de los ofendidos. No es la primera vez que ocurre algo así, tampoco será la última. Aquellos que usan las palabras y el arte como vehículo de expresión se exponen sin escudo ni armadura a un mundo que no acepta el pensamiento libre y crítico.

Un tío de veintitantos años apuñala a un escritor tantas veces que los medios no se ponen de acuerdo del número de puñaladas. Más allá del extremismo en sí, ¿cuál fue la causa del acto? Yo diría que el miedo. Habían puesto precio a su cabeza. Precio a una cabeza pensante por ofender lo que otros consideran intocable. Yo a eso lo llamo miedo.

Si una persona reacciona de forma inquisidora y violenta porque otra habla de una forma que no cree apropiada sobre una ideología que considera suya, lo hace por miedo. Miedo a que tenga razón, miedo a que despierte a las mentes dormidas, miedo a que su razón de ser se desmorone… miedo, miedo y miedo.  

La persecución contra el que ofende (por el motivo que sea) no es algo nuevo: la quema de brujas, de herejes, de científicos «locos», de artistas desafiantes… la idea que no es aceptada debe de ser exterminada: matemos al que piensa, matemos al que habla, matemos al que escucha, matemos al que nos contradice.

No existirá nunca una corriente de pensamiento aceptada por todos ni una ideología única que barra todas lo demás. Con casi ocho billones de personas en un mundo ridículamente pequeño, exhausto y sobreexplotado; con tantas culturas que son imposibles de contabilizar, con tantas mentes independientes y con todas nuestras emociones a flor de piel, se me hace difícil creer que haya aún alguien que piense que existe una idea mejor que otra, una religión por encima de otra, otra cultura preferente. Sin embargo, seguimos imponiendo. Silenciando al que se expresa libremente.

El atentado de Salman Rushdie es la prueba de que el miedo del ignorante es peligroso y demuestra que, efectivamente, las palabras pueden pegar tan fuerte como un puñetazo; confirmando lo que ya sabíamos: escribir como denuncia, leer como revolución.

Danae

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