Mudable, miedosa e ilusa

Han pasado ya dos semanas desde que viera a mi amor del colegio en el gimnasio, y aquí sigo pensando en él, como si los días no hubieran pasado. No voy a repetir lo mismo porque sería absurdo, pero es curioso que, poco después de aquel encuentro, escribiera las siguientes líneas:
Que el miedo te haga temblar, llorar, chillar o incluso haga que te mees en los pantalones, pero que no te paralice. No dejes que lo haga. Enfréntate a él, grítale que no permitirás que te domine.


Lo escribí mientras esperaba al autobús. No sé en qué estaría pensando ni qué me llevó a hacerlo. La cuestión es que yo escribí eso después de ser incapaz de dirigirme a ese chico. A los pocos minutos caí en la cuenta de que no son pocas las ocasiones en las que uno reflexiona, no sobre lo que es o lo que hace, sino sobre lo que a uno le gustaría ser, cómo le gustaría actuar. A raíz de las oportunidades perdidas uno fantasea con qué hubiera pasado si se hubiera comportado de otro modo, ya no se puede hacer nada, pero no queremos ser quienes fuimos, queremos ser quienes pensamos ser. Por eso escribimos, para modificar la historia, la nuestra propia. ¿Es trampa? Como una catedral y también bastante absurdo, ya que de poco sirve, pero es un mecanismo de defensa como otro cualquiera. A veces a una le gusta pensar que es más fuerte de lo que realmente es, que no tiene miedos ni complejos ni traumas que le condicionan en su día a día. Por eso escribo, para reescribir lo que no me gusta.

robert richter


Quiero creer que una servidora aprende de las experiencias y de esas oportunidades que se quedan en la basura y que jamás podré recuperar. Pero lo que fue ya no será y eso se queda clavado como una espina. Por esa razón es por la que muchas veces hablamos como si supiésemos de lo que escribimos cuando, en realidad, no es más que un deseo,  una ilusión. No es una tontería pensar que al escribir, por ejemplo, sobre enfrentarse a los miedos, uno se contagie de esa energía y acabe haciéndolo. Puede que sea una ilusión, pero no hay que olvidar que de ilusiones y fantasías también se vive, sobre todo cuando el coraje no te acompaña.

Pienso. Pienso mucho. Demasiado. Ya no en las situaciones en sí, sino en cómo reacciono ante ellas. Y me doy cuenta de que nunca soy igual. Recuerdo que hace ya cuatro años mencioné a Jardiel Poncela y su maravilloso Soy variable y mudable, como las nubes; lo que me alegra unas veces, me entristece otras, y viceversa. Una siempre se ha sentido identificada con esta frase y, está claro, que al igual que lo que algo te alegra luego te puede entristecer, la misma situación puede desencadenar reacciones distintas según el momento de cada uno.
Resumiendo: aquí estoy de nuevo pensando, como el domingo pasado, en ese chico que no saludé, en lo que me hubiera gustado hacer y en los textos que escribo con la esperanza de que de tanto teclear, las palabras se conviertan en realidad. En realidad es un plan como otro cualquiera para pasar la tarde de domingo.
Sed buenos
Danae
 

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