Hace unos días comenté en el trabajo que, por primera vez, había utilizado el modo belleza de la cámara del móvil y, con las consiguientes risas al ver las imágenes, una compañera nos comentó que se había descargado una app que permitía maquillarte, ponerte pestañas, quitarte arrugas…en resumen, photosopearte sin necesidad de Photosop.
Quiso hacer la prueba conmigo –sutil…muy sutil…-, le dije que no –soy un poco sosa para estas cuestiones, no lo voy a negar- le hizo la foto a una de mis compañeras, dijo que no servía, así que al final cedí. Me hizo la foto y, al cabo de unos minutos, se acercó a mi mesa para que viera el resultado: sin arrugas, ni de expresión ni de las otras, sin bolsas bajo los ojos, sin ojeras, sin esas manchitas dispersas por mi cara que parecen pecas, me había agrandado los ojos porque, como le comentó a mi compañero- al parecer, yo ya no pintaba nada- «tiene un ojo más cerrado que otro». También me había estirado la cara porque, como bien dijo ella, «con la edad la cara se cae» – mi ceja arqueada, mi frente se arrugó, más trabajo para la app-. Resumiendo, era una mezcla de dibujo manga y muñeca de cera.

Las app que nos ponen «guapo» permiten eliminar todo lo que no nos gusta. Si nos vemos mal es que son defectos y, por tanto, si son defectos es algo malo. Las arrugas son malas, las ojeras son malas, las manchas son malas, los poros abiertos son malos, los granos, las cicatrices… cualquier irregularidad no es bonita y los convertimos en defectos. Y lo son porque sin ellos nos vemos mejor, más guapos, más jóvenes… más de todo.
No estoy en contra de este tipo de app, es un juego con el que te puedes echar unas risas; sin embargo, que una persona aireara todos esos «defectos» que hay en mí, sí me molestó. No me preguntó qué era lo que quería mejorar o eliminar, simplemente ella se convirtió en jueza, cogió la tijera y me retocó hasta hacerme parecer una caricatura de mí misma. Sin preguntas, solo sacando fuera lo que ella consideraba «malo» de mi cara. He decir algo que mucha gente no debe de saber: la mayoría de las personas tenemos espejos en nuestras casas, no hace falta que nos digas nada. Gracias.
Antes de todo esto, le enseñé a mi hermano la imagen que me había hecho con el modo belleza on. «Estás rara». Me dijo. «Porque no tengo ojeras», le contesté. «Tus ojeras son tu seña de identidad, es lo que te diferencia». Suena fatal, pero es verdad. He tenido ojeras toda mi vida, mis problemas para dormir me han acompañado desde niña y no hay cremas que las atenúe ni maquillaje que las cubra. Son mis rasgos, de nadie más. Y si me quitas eso de forma artificial, estaré más guapa pero no será mi cara.
Cuidémonos, pongámonos cremas y potingues, maquillaje y purpurina si nos da la gana, pero aceptemos lo que somos, con nuestras ojeras, nuestras arrugas, cicatrices y granos que se acumulan en ese puñado de centímetros que es nuestra cara. Queridos, somos humanos, no muñecos de cera. Respiramos, sufrimos, disfrutamos y todo eso se refleja en nuestro rostro, que nadie nos quite eso.
Sed buenos
Danae