Objetos con alma

Veréis, no tengo fotografías expuestas en ninguna parte de mi casa. En mi nevera y en algunos puntos de la cocina se sostienen como buenamente pueden imágenes impresas de Patti Smith, Bill Murray y de fotogramas de películas que me han gustado. Un total de cinco. Nada más. No exhibo marcos con instantáneas de personas que me hicieron o me hacen feliz, de momentos inolvidables, de encuentros que se inmortalizaron con un clic. Nada.

Me ocurre algo extraño con las fotografías. Me hacen sentir una mezcla de nostalgia y melancolía. Tal y como dijo Benedetti «Nadie nos advirtió que extrañar es el costo que tienen los buenos momentos».  No lo podía haber dicho mejor.  Ver continuamente lo que ya no se puede revivir me dibuja una sonrisa pero también me duele un poco.

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Las instantáneas más importantes las tengo grabadas a fuego en mi memoria, donde solo yo puedo entrar. Todas tienen un lugar en mis recuerdos. No. No reniego de las fotografías, ni mucho menos. Me gustan, sobre todo las físicas, verlas en el móvil no tiene el mismo encanto. Mis fotografías se encuentran a buen recaudo en álbumes y en alguna caja que otra. Objetos que visito de vez en cuando. Me zambullo de cabeza en ellos, nado bien profundo en ese mar de recuerdos y todo lo que me rodea se vuelve tan superfluo que desaparece por unos minutos. Las fotos las observo, nunca las miro. Lo hago con atención. Merecen respeto.

Cuando era adolescente sí tenía todas las imágenes posibles a la vista, pero con los años se han ido quedando en un segundo plano en lo que a elemento decorativo se refiere. Ahora opto por refugiarme en objetos que pertenecieron a otros. El lugar de las fotografías lo ocupan objetos que fueron de personas importantes en mi vida: libros de mi abuelo, las notas del colegio de mi padre, camisas de mi abuela materna, ropa y libros de mis tíos y de mi hermano, más ropa y manualidades maravillosas de mi madre…  Todo con una historia detrás. Objetos que adquirí casi por casualidad, cuyo destino finalmente recayó en mí. Objetos que me tocan el alma y a los que he transferido la mía propia. Me acuerdo de todas esas personas a través de todo aquello que les fue de utilidad en su momento. Son objetos con alma. Con la suya. Con la mía. No necesito más.

Danae

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