Películas moñas y otros asuntos

¿Sabéis qué película vi ayer? Un paseo por las nubes… «Buuuuh, qué pastelón» , «Pero cómo te tragas eso» «¡Pero qué moñas!». Pues sí, una «moñada» tan grande como la mansión de Paris Hilton. Pero qué le voy a hacer.

Todo comenzó porque hace unos meses, escuché una canción en Youtube y las imágenes pertenecían a esta película. Coño, pensé, cuánto hace que no la veo – soy todo poesía , lo sé-. Así que decidí comprármela -sí, soy de las pocas personas que aún lo hacen- y aquí estoy escribiendo más que sobre ella, sobre cómo me hizo sentir después de tanto tiempo.

Sábado por la noche, con ganas de estar sola y de zamparme todo el helado de chocolate que mi sentido común en un día cualquiera no me permitiría comer. Era la noche ideal. Así que ahí estaba yo, en mi sofá, comiendo helado, viendo a Keanu Reeves y Aitana Sánchez Gijón ahí, juntitos pero no revueltos, muy correctos los dos, comportándose como Dios manda. Estoy convencida que de ver ahora esta película sin haberla visto antes, no me hubiera gustado ni una pizca. Yo soy de tomar las cosas sin azúcar y esto es más bien tirando a edulcorado hasta crear caries. ¿Y por qué me la compré? Pues porque resulta que esta película es una de las primeras románticas que vi o, por lo menos, de las que  tengo recuerdo.

un paseo por las nubes2
Un paseo por las nubes

Y lo más curioso de todo es que me sorprendí sonriendo como una estúpida y suspirando y sintiendo exactamente lo mismo que cuando era una cría. Reviví la sensación de adentrarme en una historia e idealizar todo lo demás. Idealizar el amor, creer que oye que a mí también puede pasarme eso, por muy absurdo e increíble que pueda parecer ¿no? ¿Por qué no? Vale que fuera una niña, vale que mi familia no tuviera un viñedo – aún hoy seguimos sin él- y que Keanu Reeves me pillara un poco mayor, pero no hay que ser aguafiestas.

Son historias ideales, de esas que si te las crees de verdad puede causarte un problema  pero que, en pequeñas dosis, es un vicio de lo más saludable.  Porque viene bien regresar a ese momento en el que una no estaba desencantada y creía en todo este tipo de cosas, aunque en el fondo supiera que no era verdad. En realidad, este tipo de historias, no es más que otra forma de fantasía, no hace falta que haya dragones, ni duendes ni brujas sobre sus escobas. A veces la fantasía tiene forma de historia de amor moñas. ¿Es una pastelada? Sí. Pero qué queréis que os diga, me encantaba de pequeña y he descubierto que aún me sigue gustando, no por la película en sí, sino porque revivir las mismas sensaciones que cuando era jovenzuela es algo que no quiero perder. Además, tampoco está mal sentirnos tan ingenuos e ilusos como cuando éramos unos críos ¿verdad? Eso nos da una buena excusa para tomarnos un buen helado de chocolate sin remordimientos, descansar de la realidad y dar un paseo por las nubes.

Sed buenos
Danae