Pesadillas

Lo sientes, es una sensación, puede que un presentimiento ¿Quién es? Tu peor pesadilla.  Una de ellas. Entra sin llamar. Sin el knock knock previo a cualquier entrada. Las pesadillas no son educadas. No les interesa. No les importa. Acceden a tu vida como tú a la panadería, con naturalidad, sin preocupaciones. Cumplen su cometido. 

El problema, el real, el de verdad, es que las pesadillas no tienen forma de monstruos, ni de caídas al vacío, ni de encontrarse desnudo ante un auditorio (salvo que uno lo pretenda, claro). Sencillamente no tienen forma. Solo es una idea que está en tu cabeza. Una idea que nos carcome desde dentro.  Si nos encontrásemos un monstruo dentro del armario, correríamos a salvar nuestra vida, pero hacia dónde huye uno cuando su peor pesadilla, es, por ejemplo, no sentirse aceptado en su entorno. 

Las pesadillas tienen forma de preocupaciones a las que realmente no ves la cara. Tu pesadilla puede ser que te despidan del trabajo o que no encuentres uno, que tu familia se desmorone, que tus ilusiones se rompan. Tu pesadilla puede ser ir a la cama sabiendo que no vas a dormir, que la apatía gobierne tu vida, la falta de ilusión por las cosas, las pequeñas y las grandes… pesadilla es todo eso junto. 

Las pesadillas nos mantienen alerta, despiertos, preocupados. La mayoría de todo lo que se nos pasa por la cabeza no ocurrirá nunca, pero eso tampoco nos lo aseguran ¿verdad? Y ahí estamos, acojonados perdidos, porque las pesadillas cumplen su cometido, que vivamos con miedo, que sudemos, que lloremos y que nos tiemble el cuerpo como si lo que tuviéramos delante fuera un león. Pero no hay nada. Todo está en nuestra cabeza. Eso es precisamente lo aterrador, que no tenemos ni puta idea de cómo sacarlo de ahí, de cómo afrontar eso que aún no ha pasado y que puede que no ocurra nunca. Pero pensamos en ello porque  ¿Y si…? A ver si justo en el momento que dejamos de pensar en ello ¡boom! nos explota en la cara. Mantén a tu enemigo cerca dicen, y eso es lo que hacemos con las pesadillas, nos cuesta soltarlas no vaya a ser que nos despistemos y nos jueguen una mala pasada.

Las pesadillas no son racionales, no se ciñen a las normas de la lógica. Todas son diferentes aunque  se parezcan entre sí. Cada persona tiene sus miedos y ansiedades, las pesadillas se amoldan a ellas. Nos ofrecen un trato personalizado, eso es indudable.  Todos tenemos miedos, pero mi pesadilla, la que me atenaza en silencio no se parecerá en nada a la de ningún otro, ni la sentiré igual, ni la viviré de la misma manera.
Las pesadillas, las reales, no desaparecen cuando encendemos la luz. Eso es lo más aterrador de todo. No basta con despertar, debemos enfrentarnos a ellas y gritar basta. A veces lo conseguimos. Otras la voz se nos rompe y enmudecemos. No pasa nada. Hay tiempo.
Sed buenos
Danae