Plantas de interior

El sábado me acerqué a una floristería que tengo cerca de casa. Solo iba a comprar tierra para trasplantar los esquejes que aún tenía en vasos de duralex desperdigados por mi casa. Obviamente, no compré solo eso.

Normalmente entro directamente en la sección de plantas de interior. Me paso un buen rato escrutando todas los ejemplares que tienen ordenados según tamaños y especies. Camino por esos pasillos y me quedo el tiempo necesario, observando a cierta distancia, como si fueran una obra de arte. En cierta manera lo son. 

Por primera vez en años entré en el espacio reservado para las plantas de exterior. No suelo adentrarme en esa zona porque no tengo terraza ni jardín, pero quise cambiar. Paseando entre geranios y margaritas y salvias y pequeños árboles cuyo nombre desconozco, me transporté a un sábado cualquiera de los noventa. Uno de esos en los que mis padres, mi hermano y yo, nos acercábamos en coche a aquella tienda.

En aquella época teníamos el balcón lleno de geranios. Era nuestro pequeño jardín. Solo nuestro. Creado por mi madre. Supongo que mientras ella llenaba la cesta con todo lo necesario, yo me perdía en aquel lugar que para mí era como entrar en el jardín del Edén, lleno de plantas y flores que no conocía y cuyo nombre nunca conseguía recordar. 

Al pasear de nuevo por aquel lugar, vi a la niña que fui corriendo de un lado a otro, inquieta y curiosa. Ese laberinto floral me parecía más fantasía que realidad y sentía que nada malo podía pasarme, porque las cosas malas no ocurren en lugares como ese. Aún tengo esa sensación. 

Después de mucho mirar, me decidí por una pequeña planta cuyas flores fucsias parecían plumas. Agarré el paquete  de tierra de tamaño medio y un pequeño tiesto de terracota. Pagué y me fui con el paquete en una mano, la pequeña planta en la otra y la maceta en el bolso como un polizón que no quiere ser visto. 

Ya en casa coloqué la planta encima de la encimera de madera de la cocina junto con las demás que, en realidad, no son más que esquejes de esquejes y así todo el rato. Me senté unos minutos a disfrutar de mi pequeño bodegón.

Observo esas pequeñas plumas fucsias que ascienden elegantes con la intención de llegar a lo más alto. Tengo la esperanza de que si la saco al alféizar durante un rato, no sabrá que la he convertido en una planta de interior. Tal vez con esa pequeña mentira consiga sobrevivir. Quien sabe. Tal vez lo haga.

Danae