Poderoso caballero es don Dinero

El 20 de noviembre comienza la Copa Mundial de Fútbol en Catar. La polémica lleva servida desde hace tiempo y el plato no termina de enfriarse. Por resumirlo mucho, las causas de la polémica son básicamente tres:

  • La explotación a la que han sido sometida los trabajadores —largas jornadas por un sueldo mísero—
  • Las normas por las que se rige el Gobierno de Catar: mujeres mal, homosexuales mal, libertad mal —me pregunto si sucedió lo mismo en el Mundial de 2018 en Rusia—.
  • Celebrar un torneo estival en invierno. Esta razón ha sido el acabose para muchos. Qué descaro, qué jeta, deben pensar.

Más o menos este es el contexto. Todos saben a lo que van y el problema es que van. La FIFA decidió adjudicar el Mundial a Catar y todos se pusieron las manos en la cabeza, pero nadie dijo: no, si es ahí yo no voy. A la organización tampoco es que le importara mucho, de lo único que se ocupó fue de recomendar la abstención sexual a homosexuales, y lo dijeron en serio, no se pusieron colorados ni nada.

Todos se preparan para sacar tajada al tiempo que buscan un modo de ir en contra de las normas: el equipo de Dinamarca avisa que llevará camisetas protesta, pero jugar, juegan; algunas cadenas de televisión solo mandan corresponsales mujeres porque a feministas no les gana nadie y el capitán de la selección inglesa llevará un detalle con los colores de la bandera LGTBIQ+. Veréis, si yo acudiera a un restaurante de lujo sabiendo que trata mal a sus trabajadores, pero advierto que comeré a regañadientes y quejándome de todo para que sepan lo desacuerdo que estoy, me llamarían absurda, pero el fútbol es diferente y la pela es la pela.

El mundo no lo mueve la bondad, sino el dinero y todos sabemos que este es el mejor recurso para que una persona aparque sus valores. Ya no valen nada, mejor dicho, sí que valen. Ese es el problema.

Después de tanta polémica inútil y denuncia absurda, el Mundial de Catar se celebrará con la misma normalidad que todos los demás: amantes del fútbol pegados a sus televisores agradecidos de no tener que pagar 17 € por una pinta de cerveza, una alegría exacerbada por los goles marcados por nuestra selección y las lágrimas de quienes se van demasiado pronto.

Nada cambia y aún así nos extrañamos, hay quienes no aprendemos la lección.

Danae N.