Presente simple

El otro día me enteré de la muerte de un profesor de la universidad. Hace no mucho hablé de la de otro, aquel que tenía voz de locutor de radio. Es posible que a estas altura de la vida carezca de sentido mencionar la muerte de cada una de las personas que, de un modo u otro, formaron parte de nuestra vida. No lo sé, en cualquier caso, se hace raro. No hacerlo, y saber que alguien conocido muere.

No hay manera de acostumbrarse a eso, sé cómo suena, pero es la realidad. La mía, por lo menos. Todos sabemos de la existencia de la muerte, pero aceptarla como parte de la vida es otra cosa. Cuando tenía veintipocos creía que era una de esas cosas que uno acaba por asumir con más o menos naturalidad con el paso de los años, pero no, resulta que la cosa no va a así. No hablo de una ausencia del dolor fruto de la costumbre -lo veo un tanto imposible, la verdad-, me refiero la aceptación en sí misma de una realidad que se nos hace bola.

Eduard Punset dedicó su libro Excusas para no pensar «a todos los que han descubierto que hay vida antes de la muerte». Creo que la gran mayoría no podría sentirse identificado con esta dedicatoria. No es tan obvio como parece. Qué fácil es morirse y qué difícil vivir. Manda narices la cosa.

Podríamos vivir con el idea macabra de que «el final se acerca» y no nos equivocaremos. Nadie nos podrá decir lo contrario, un día más es un día menos. Esto es así, pero no se trata de eso. Se trata de que hay vida antes de la muerte, se trata de que morir vamos a morir todos, pero mientras tanto tenemos que centrarnos en lo que tenemos entre manos. Sin embargo, no hay libro de texto que nos enseñe esto.

Solo cuando nos topamos con la muerte de alguien que conocemos, reflexionamos unos segundos, tal vez soltemos aquello de que la vida son dos días o que hay que vivir cada día como si fuera el último. Ahí se queda la cosa. Después todo sigue igual, porque salvo epifanías excepcionales, en general, ese vivir la vida, no es tan fácil como muchos nos hacen creer.

Debemos darnos cuenta de la importancia del presente: soy, estoy, vivo. El presente simple que no tiene nada de simple. Que con ser, estar y vivir aquí y ahora ya tenemos suficiente trabajo, que es una inversión aunque no haya dinero de por medio. Soy, estoy, vivo. Debe ser el único mantra que debemos practicar.

Danae