Uno sabe si ha tenido una noche intranquila por la sensación de cansancio y nerviosismo que sacude al cuerpo, y también por el estado deplorable de las sábanas. Arrugadas, fuera de lugar, exhaustas tras una noche de idas y venidas.
El viernes cené demasiado y la noche fue pesada, como la digestión. Al día siguiente, o sea el sábado, o sea ayer, el estado de cansancio en el que desperté era lamentable. Sin embargo, después de remolonear un poco en la cama, me levanté sin muchas ganas, pero queriendo hacer muchas cosas. Una contradicción que nunca he entendido muy bien.
Deshice la cama y metí las sábanas en la lavadora. Mientras barría observé mi piso y me dije, sí, es hora de cambiar. Y antes de que mis palabras llegaran a mi cerebro, este ya había puesto en funcionamiento mis brazos y mis piernas.
Llevo un año y medio viviendo en este piso y no sé cuántas veces he podido cambiar de lugar los muebles. Cuando ocurre esto es porque tengo ganas de cambios. Normalmente modificamos lo externo, nuestro aspecto, el de la casa, lo que sea, cuando hay partes de nuestra vida que no podemos cambiar.
En casa de mi madre, mucho más entusiasta del mundo de la decoración que yo, impera una frase: es provisional. Todo es susceptible de ser modificado. El descanso eterno no es algo que ofrezcamos a nuestros muebles. Lo que hoy está en un lugar, mañana estará en otro.
Mientras llevaba el sillón de mi habitación al salón, me repetía esa frase de mi madre: es provisional. La voz que habita en mi cabeza quiso ir más allá: sí, provisional, como la vida. Una intensita de la vida esa voz, que es la mía y que no siempre me gusta. Efectivamente, todo es provisional. Razón no le falta. Sin embargo, tenemos la manía de pensar que todo es para siempre, que lo único efímero son los pañuelos de papel. No nos entra en la cabeza que todo tiene un principio y un final.
El aquí y ahora es lo único que importa, pero nos empeñamos en pensar en un atrás y en un delante y no en un hoy. Que todo es efímero, joder, como la disposición de mis sillones, como el nuevo lugar en donde he ubicado la bicicleta estática. Que todo se va y no nos damos cuenta. Y pienso todo esto ahora, más cansada y ojerosa que ayer, sin estar convencida de la nueva decoración de mi salón.
Danae