Son cada vez más los artículos que hablan de los beneficios de madrugar, algunos incluso enumeran las ventajas de levantarse a las 5:00 de la mañana. Tampoco hay que pasarse.
Suena el despertador y lo primero que pensamos es «mierda». Algunos remoloneamos en la cama, otros directamente se duermen de nuevo hasta que la alarma vuelve a sonar, así hasta cuatro veces. Nadie piensa en la paciencia que tienen las alarmas, las grandes ignoradas, las más odiadas. Tiene que ser muy duro ser alarma.
La mayoría de las veces que madrugamos nuestro destino es ir a trabajar y eso tampoco levanta nuestros ánimos. Levantarse temprano es como volver a nacer: salimos indefensos, confusos, sin saber lo que nos depara el futuro. Y así día tras día. Existe un número reducido de personas que irradian alegría y energía nada más salir de la cama. No me gustan esas personas. Que quede claro. No se puede ser feliz antes del desayuno.
Nos hablan de adelantar la alarma una hora antes de la hora convenida, es decir que si normalmente te levantas a las 7:00, mejor que sea a las 6:00 para que puedas hacerlo todo sin prisa. Perfecto. Lo que ocurre con esto es que, para madrugar hay que acostarse antes y para ello debes adelantar todas tus actividades: ir al gimnasio, hacer la compra, estar con los niños, estudiar, cocinar y un largo etcétera en donde cada uno puede incluir su vivencia personal. Pero lo que uno no puede adelantar es su hora de salida del trabajo.
Supongamos que tu cuerpo se mantiene en forma sin ejercicio, que tu nevera está llena sin necesidad de ir a la compra y que unos duendecillos limpian tu casa mientras duermes. Vamos a suponer todo esto. Sigamos suponiendo. Supongamos que sales de trabajar a las ¿19:00 por ejemplo? Perfecto. Como ya se ha inventado el teletransporte, solo con chasquear los dedos te encuentras en tu piso a las 19:01. Toca preparar la cena. Con suerte, a las 19:30 ya lo tienes todo preparado. Te sientas en tu sofá, te acomodas y te pones ¿Netflix, Amazon, HBO, Movistar? Tú eliges. Como seguimos suponiendo, supongamos que SOLO ves un capítulo de la serie que tanto te ha enganchado. Perfecto. A las 22:00 ya estás en la cama. Fácil ¿no?

Pero tú y yo sabemos que eso no es así, que ni tu casa se limpia sola, ni tu nevera se llena sola, ni tu cuerpo se automuscula, ni tus niños se meten solos en la cama, etc, etc. Es la putada de ser humano, que nada sale como uno se imagina.
Parece ser que madrugar te vuelve más productivo y trasnochar más creativo. Es una decisión importante. ¿Productividad o creatividad? Todo se basa en escoger bien, incluso a la hora de dormir.
Es un lujo poder desayunar sin prisas, vestirte sin prisas y, en definitiva, vivir sin prisas. Pero es difícil acostarse temprano aunque sea por razones tan superficiales como ver los capítulos nuevos de nuestra serie favorita. Cuesta despertar y despegarse de esas sábanas que nos protegen, cuesta salir de la cama y afrontar el día. Cuesta porque todo lo que ocurre antes del desayuno apesta y lo único que podemos pensar cuando suena el despertador es «puta alarma».
Sed buenos
Danae