Tenemos la manía de hablar de lo que debería ser y poco de lo que realmente es. En demasiadas ocasiones, las palabras que uno escribe tienen más de deseo que de realidad. A mí me pasa.
Escribo acerca de vivir el momento, de disfrutar, de no dejarnos aplastar por la incertidumbre, de la vida y del vivir…, pero luego viene el miedo y te deja a medias. Que quieres, pero no puedes. Que quiero, pero no puedo.
Hablamos poco de lo que ocurre cuando nos quedamos varados en un mismo lugar porque no somos capaces de sortear obstáculos que ya habíamos saltado, pero que ahora no somos capaces. Se nos olvida mencionar que las personas no siempre somos las mismas, que estamos hechos de sueños, ilusiones, miedos y traumas y que estos cambian de apariencia aunque sean los mismos de siempre.
Mucho de lo que escribo me lo digo a mí misma. La paz que busco, la que predico en muchas de mis entradas contrasta con las crisis que me sacuden el cuerpo y me agotan antes del mediodía. A veces pasa. Otras alcanzo la dichosa paz, pero lo otro, el fracaso que no es tal cosa, ese «no» se oye más. Qué cosas.
Procuro hacer un poco de eso que me acerca a lo que quiero ser y procuro hacerlo todos los días -porque menos es nada y a cero nunca quiero llegar-, pero dejo lecturas pendientes y palabras pendientes y actividades pendientes para cuando todo pase, que si pandemias, insomnio, ansiedad o miedo del bueno, porque aunque haga ese poco, parece que no es suficiente. Lo dicho, qué cosas.
Escribir me ayuda a enfrentarme a todo aquello que me quiebra la voz. Ya no sé si todo aquello que me frena es un ello ajeno a mí o si forma parte de mí. Si llevamos tanto tiempo juntos que ellos son yo y al revés. Yo qué sé. Lo que sé es que todo eso me frena, por eso escribo lo que debo hacer como una lista de cosas pendientes. Para ir tachando, para recordarme que sí puedo, que no pasa nada si voy más lenta, que no es una competición, que no tengo que demostrar nada, que lo importante soy yo.
Escribo y releo una y diez veces mis propios textos, para recordarme que querer no siempre es poder, pero que no me quede a medias, que lo intente si veo que sí, que no me frustre si veo que no. Que escriba, salte, ande, lea, sonría, viva, sea, y cuando todo se vuelva oscuro, pare, respire, sienta y sea.
Danae