Quiero ser pianista y mover las manos con agilidad, sin errores, con la seguridad de quien lleva ensayando toda una vida. Quiero ver mis dedos presionar las teclas como si no tuviera control sobre ellos y quiero hacer sentir lo que apenas puedo expresar con palabras.
Quiero ser pianista y ver las notas flotar en el aire y que el auditorio observe cómo se elevan hasta su desaparición, como las burbujas de jabón.
Quiero ser pianista y dejar sin palabras a quienes las utilizan sin conocimiento, provocar suspiros y sonrisas en los corazones tristes. Quiero ser música y llegar lejos, a ninguna parte, a cualquiera.
Quiero ser pianista y que no me importe ser observada, olvidar todo rastro de timidez pasada, sería algo entre mi música y yo. Nada más.

Quiero ser pianista pero me conformo con observar la destreza de quienes despiertan mis envidias y me quedo con ese sonido que me aparta de la realidad y me lleva al mundo de los sueños, porque ahí estoy tan cómoda que no quiero salir.
En realidad, quiero ser y hacer muchas cosas: ser pianista, tocar el ukelele, la guitarra, saltar muy alto, saber caer para que las raspaduras no me escuezan tanto. Quiero reír hasta que me duelan las mejillas, quiero tener arrugas de felicidad, quiero que otros se emocionen conmigo haciendo lo que sea que se me dé bien; quiero cantar bien alto sin desafinar y tener la certeza de que si llueve no es por mi culpa, cerrar puertas y echar el cerrojo y abrir otras y que la claridad del día me dé en toda la cara.
Quiero, quiero, quiero… y observo cómo mis dedos teclean como si no tuviera control sobre ellos, cómo intento construir historias y emocionar y ofrecer palabras que, cuando las digo en alto, se pierden en el aire y las respiro, profundamente, sin prisa.
Quien sabe, puede que, a mi manera, ya sea una pianista, una pianista sin piano, sin música, sin bemoles ni corcheas, puede que solo consista en presionar teclas, emocionar, concienciar, sentir… y vivir, siempre vivir.
Sed buenos.
Danae