No puedo evitar pensar. Pienso en lo que fui, en lo que soy y en lo que me gustaría ser. También pienso en qué situación estaría de ser de otra manera, de tener otro carácter, de no ser yo. Coqueteo sin pudor con la idea de cómo sería vivir este presente si mis circunstancias pasadas hubieran sido otras.
Todo estos pensamientos me asaltan en la cama o en la ducha. El calor de mis sábanas y el del agua deben de impulsar mi imaginación hasta límites insospechados. Así que pienso, porque qué otra cosa puedo hacer.
Juego con la idea de que tal vez un día me despierte con el cuerpo en calma y la mente descansada.
Un día tal vez me levante sin prisas, me mire al espejo y sea capaz de ver más allá de esas ojeras que oscurecen mi cara.
Tal vez llegue el día en el que decida cambiar el color de mi ropa y apueste por algo más llamativo, algo que nada tenga que ver conmigo. Puede también que decida sustituir mis zapatillas de deporte por zapatos de medio tacón, mis eternos vaqueros por los pantalones de moda; coloque horquillas en mi pelo o incluso llegue a teñirlo para parecer otra persona y que mi verdadero yo pase desapercibido.
Es posible que, sin saber cómo, llegue el día en que sea capaz de abandonar mi timidez para siempre, que pueda hablar con desconocidos sin ponerme nerviosa, que me convierta en una persona a la que no se le trabe la lengua por querer hablar más deprisa de lo que mi cerebro me permite.
Tal vez algún día, ocurra que, sin darme cuenta, sea capaz de decir «me gustas» sin sonrojarme, o que consiga ser la mujer que me gustaría llegar a ser, y no la niña de quince años que vive en mí y que no sabe dónde meterse.
Un día puede ocurrir que las calles atestadas de gente dejen de agobiarme, que los gritos ajenos ya no me molesten y que pueda centrar mi atención en el silencio superviviente.
Tal vez, un día cualquiera las preocupaciones se conviertan en un rumor lejano, las posibilidades infinitas se reduzcan al mínimo y yo pueda vivir la vida tranquila.
Quizá algún día consiga algo de todo esto y no solo lo piense mientras me enjabono la cabeza. Puede que no tenga ninguna necesidad de convertir esos pensamientos en realidad. Por otra parte, pienso que tal vez, algún día llegue a conseguirlo.
Danae